Foto tomada de www.circohermanoskings.cl |
El circo levantó su carpa en
Penco y durante un par de días de esos veranos fue posible sorprenderse con sus presentaciones
llenas de adrenalina, mucho vértigo, risas y sorpresas. Sí, muchas sorpresas.
Un hombre vestido de negro con
sombrero de copa dejaba boquiabierto al público con sus pases mágicos y sus
trucos. De su sombrero sacaba pañuelos de distintos colores, uno tras otros,
unas palomas blancas y finalmente un conejo. ¿Cómo lo haría? Así comenzaba el
espectáculo que era interrumpido por aplausos y más aplausos. Después venía la
presentación de un equilibrista en bicicleta. Cuando se subía al monociclo cuyo
asiento estaba a cuatro metros del suelo sobrevenían los gritos de sustos y el
vértigo. Cuando el mareo no había
terminado, seguía el espectáculo con las acrobacias aéreas. Los valientes
acróbatas hacían sus gracias en el aire como si aquel fuera su medio natural:
“auténticas águilas humanas” decía un animador en el piso haciendo pausas para
permitir que la gente se electrizara aún más con el redoble del tambor de la
banda de bronces, al borde de la pista.
El espectáculo circense era
entretenido, sano y no caro. Para atraer más público sus voceadores recorrían
las calles invitando gracias a la promoción 2x1. Uno pagaba y el segundo entraba
gratis. La fórmula se conocía como “entrada con gancho”. Cuando cesaba la
oferta, todos tenían que echarse la mano al bolsillo para comprar un boleto.
Los niños no pagaban hasta el metro veinte de estatura. Había un tipo con una
huincha en la puerta para evitar que entraran muchachos más grandes. Pero, no
faltaba la madre que le decía a su hijo: “hazte como que eres más chico”.
Entonces el aludido tenía que encorvarse un poco cuando el portero aplicaba la
huincha. Si éste dudaba de la posición no podía decirle al niño “ponte derecho”
ante su mamá. Cuando lo dejaban pasar simplemente el hombre de la hincha lo seguía con la mirada, así
el niño espigado a instancias de su madre debía seguir caminando encorvado
hasta llegar a su puesto en las tablas de la galería.
Foto tomada de www.circohermanoskings.cl |
Para atraer más gente aún, la
banda del circo recorría las calles y se instalaba en las esquinas para breves
y movidas serenatas. Las fanfarrias gustaban a los niños, quienes iban
siguiendo a la banda desde una esquina a otra. La venida del circo fue siempre
una fiesta. Las carpas llegaban en verano
así los artistas aprovechaban también para tomarse un descanso en la
playa. Al atardecer la banda iniciaba su recorrido y caída la noche empezaba el
espectáculo, que se siempre comenzaba con una parada de los artistas por la
pista circense. El desfile de gala lo encabezaba una mujer con una guaripola
quien conseguía hartos silbidos y piropos y era la misma que cobraba las entradas...
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