Por las razones que hayan sido, la gente tenía desconfianza
de los bancos. Y a este respecto, en Penco se dio un caso extremo. Se trató de
un pescador, con muy buenos resultados en su trabajo con generosos ingresos
fruto de su esfuerzo. Pero, no se manejaba con los bancos. Así que su opción
era guardar sus billetes bajo el colchón, como se dice. De este modo no pedía
créditos porque siempre tenía dinero fresco, en cantidades y a la mano. Sin
embargo, el hombre estaba consciente del problema de la seguridad con tantos
caudales en casa. Que no entrara alguien y le robara. Y su costumbre
era conocida en Penco, porque él mismo lo decía en todas partes: a la hora de
las ventas, durante las faenas de pesca, o celebrando una buena jornada en
alguna bodega de vinos. Entonces, eso de que guardaba toda la plata en casa era
un cuento sabido.
Por tal motivo cuando tenía que salir fuera de Penco y no
quedaba nadie en casa, su problema de agudizaba, qué hacer, cómo asegurar el
dinero. Y al fin decidió que para evitar los sobresaltos lo mejor sería llevar
los billetes consigo. Y para que la cosa no se notara envolvía el dinero en
papel de diario.
En una oportunidad viajó con un grupo de amigos a las termas
de Chillán. Tomó por lo menos cuatro paquetes con plata, sus bártulos, el
cocaví y a la micro. Puso los billetes envueltos en diarios en la parrilla
interior inmediatamente arriba de su asiento. Comenzó el viaje, todos los
amigos contentos porque un hermoso día los esperaba en las cordilleras de
Chillán. Después de las tallas y los chistes a algunos les sobrevino el sueño y
se quedaron dormidos. Fue el caso de nuestro pescador. A su vez el sol comenzó
a calentar fuerte así que varias personas sentadas cerca de las ventanas las
abrieron. Con la velocidad que el viento ingresó a la cabina de la micro lo desordenó
todo. Y los primeros bultos afectados por las rachas fueron los paquetes con
dinero. Los envoltorios de diario se rajaron y el viento hizo su trabajo, en un
par de minutos desparramó todos los billetes por el interior de la micro
dejando los pasillos tapizados. El bus se convirtió en un torbellino de dinero. Los gritos de entusiasmo se oyeron de
inmediato, hecho que despertó al propietario. Cuando él mismo contó que la
plata era suya, los viajeros le ayudaron
a recuperar el dinero desparramado. Y el hombre rehízo los paquetes. Después esta
historia se corrió en todo Penco. Por esa experiencia el
adinerado caballero tomó más precauciones en los viajes posteriores aunque todo
el mundo tenía claro que el hombre llevaba los buenos billetes al alcance de la
mano. Quien me contó esta historia viajaba en la micro con el personaje el día de este incidente. Sin
embargo, me pidió que por el momento no publicara su identidad.
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