La chimenea de Fanaloza (detalle). La pintura es de S. Prudanti (1945). |
Mientras la Refinería de azúcar tenía tres enormes chimeneas
de acero, Fanaloza se enorgullecía de contar con una sola, pero más alta y de
hormigón. Las chimeneas eran los íconos de la era industrial, más atrás estaban
los bocinazos. A pesar que la CRAV ya no existe y la empresa locera está más
reducida en superficie, la comuna pencona todavía tiene chimeneas y pitazos
(Lirquén).
Las chimeneas de la Refinería se levantaban al cielo
arrojando negros y densos penachos de humo. Sus calderas quemaban carbón para
producir electricidad y generar vapor para los procesos industriales. La
de Fanaloza, en tanto, si bien funcionó perfecto desde sus inicios,
pronto dejó de prestar servicios; servía de escape a un horno llamado de botella (por su forma de embudo en la base). La industria locera cambió su tecnología en
los años cincuenta y la encumbrada torre de cemento quedó en desuso, como una reliquia inserta dentro de la planta. Incluso cuando ya estaba inactiva, la
gente decía ver que por ahí salía un humo fantasmal. Pero, eran los propios
obreros quienes aclaraban esos rumores esotéricos. Cuando sacudían bolsas y
sacos vacíos en la base de la antigua caldera, el tiraje natural del tubo
llevaba la basura hacia arriba y salía por allí con la apariencia de humo. No era otra
cosa.
El cañón vertical debió tener una altura de unos 50 metros (no disponemos de datos duros sobre esto) y estaba articulado en tres
cuerpos. La base circular tenía un diámetro apropiado y muy bien calculado para
soportar los otros dos cuerpos superiores. El segmento que seguía era también
muy sólido con un diámetros intermedio. Y la parte superior era el tramo más
largo y más delgado, pero no por eso menos sólido. En su extremo de arriba había una
pequeña roldana saliente, para permitir trabajos de mantenimiento. Esta chimenea colosal,
decíamos era de hormigón y se sostenía en su propia estructura. En cambio las
de hierro de la refinería contaban con vientos de acero tensados que les brindaban estabilidad. En CRAV sabían de las enormes presiones que ejercían las rachas propias del mal tiempo. Los vientos de acero tensado servían para
contrarrestar esas fuerzas naturales. Fanaloza no empleaba vientos, su cañón de cemento y hierro era
autosuficiente para enfrentar los temporales, así lo habían calculado los
ingenieros. Pero, tenía un pero... podía resistir vientos arrachados, pero nadie apostaba en su favor por los sismos.
Sin embargo, la gran chimenea de Fanaloza desapareció antes
que la industria cerrara en parte y cambiara de dueños. Su historia terminó a
las 6,20 de la mañana del 21 de mayo de 1960. El terremoto que ese día azotó a la región hizo su trabajo. La chimenea se tronchó en
el punto donde terminaba el segmento dos. El episodio ocurrió cuando aún no
había luz natural, por eso no hubo muchos testigos de su estrepitosa caída. Además
todo el mundo estaba más preocupado de arrancar y buscar refugio que de intentar
ver la caída de la chimenea de Fanaloza. Suponemos, por tanto, que se vino al
suelo inclinándose como un árbol. No se supo de lesionados por el incidente. Sin
embargo, en el barrio todavía hay gente que recuerda a la Chela Aravena, una obrera de la
industria, regresar corriendo a su casa después del temblor. Ella gritaba atacada,
fuera de sí: “¡Quedó la cagá en la loza, quedó la cagá en la loza!” Y en su
angustia no explicaba nada más la pobre. Si interpretáramos sus gritos más de
medio siglo después de ocurridos, a lo mejor la Chela Aravena fue una de las pocas personas
que vio horrorizada caer la elevada chimenea. Un par de años más tarde Fanaloza demolió el resto de lo quedó en pie de la estructura.
1 comentario:
Hola, necesito por favor el contacto de algunos de los hijos de Hugo Pereira Diaz indicado en el reportaje de la escultura de la plaza de penco, gracias.
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