Un descanso cerca de Primer Agua de funerales rurales camino a cementerio parroquial de Penco. |
Hay gente que confunde las cruces
a las orillas de los caminos polvorientos. Creen que son memorias de “animitas”. Según mi
entender, estas últimas recuerdan el lugar de un accidente fatal, marcan el
punto donde una persona pasó a mejor vida en circunstancia trágica. En cambio,
las cruces en los recodos a las que nos referimos acá son los llamados “descansos”, el sitio
donde un maratónico funeral detuvo su andar por un momento para tomar un respiro antes de seguir
marcha al cementerio. Los familiares del difunto marcan después ese lugar con
una cruz de madera. Si usted va por el camino de Villarrica hacia Agua Amarilla, va a ver
uno de estos descansos poco más allá del cruce sobre nivel de la ruta del
Itata… Digamos que ésta es la introducción de la simple historia que conocimos
cuando visitamos una casa para tomar fotos en el alto de Primer Agua y que
narramos a continuación.
Era el mes de abril de 2015 y
allí nos contaron de la triste noticia de la muerte de una vecina que había
ocurrido el día anterior. La dueña de casa nos decía que le parecía increíble
que esa señora hubiera muerto si tan sólo dos días antes la había visitado y
estaba tan bien, no tendría más de 50 años, nos contó.
Un campesino nos indica el lugar donde queda la casa de la difunta vendimiadora. |
¿Y cómo fue que se produjo la
desgracia? Eso era muy difícil de comprender y menos de explicar. Pero, la
relación de los hechos según los primeros testimonios fue que la fallecida
había participado el día de su muerte en una agotadora jornada de vendimia en
una viña cerca de Roa. Junto con un grupo de mujeres de Primer Agua aceptó la
oferta del patrón para vendimiar a cambio de una paga. Así que ella se decidió
a participar como lo hacía todos los años en el mes de abril. Esa mañana el
patrón pasó en una camionera recogiendo a su gente temporera y se fue con ellas
a la faena de vendimia.
La jornada, sacrificada por
cierto, transcurrió trabajando bajo el sol abrasador. Hombres y mujeres,
mayores y jóvenes, cortaban los racimos, los metían en un cajón y los llevaban
por sus medios al pesaje. Tallas, de por medio, de todas maneras porque si bien
sacrificada la vendimia es también una fiesta: buen desayuno, contundente
almuerzo y a la loma, a recoger uva.
Vendimia, bajo el sol ardiente de abril en el área de Portezuelo. |
La vecina, de nuestra historia,
participó de las bromas, pero de vez en cuando le decía a sus compañeras que
sentía un dolor de cabeza; igualmente cumplió como todos los demás y se anotó
para el cobro al final de la vendimia. Cuando caía la tarde y luego de ocho
horas de trabajar y trabajar a cielo descubierto, el patrón dispuso su
camioneta para llevar de regreso a sus casas a los vendimiadores. El viaje de
vuelta, como siempre, estuvo lleno de abromas y chascarros. Nuestra
vendimiadora le dijo a sus amigas que cuando pasaran por la casa de su hija,
ella le haría una broma. “Ustedes le dicen: tu mamá se quedó dormida en la
camioneta. Y yo me cubriré la cara con mis manos haciendo como que estoy
durmiendo”. Todas estuvieron de acuerdo y así lo hicieron. Le dijeron a su hija
lo que ella les había pedido como parte de la broma. “Cómo es que mi mamá se
queda dormida con tanta facilidad”, comentó la hija sin comprender la chanza al tiempo que se acercaba a la
camioneta para despertarla. Allí estaba su madre, acurrucada y con sus manos
cubriendo su cara. “Ya mamá, despierta”, le dijo. Pero, la mujer siguió inmóvil. Todas
las otras rieron y celebraron. Pero, ella no se movió. De las
risas pasaron a la preocupación, le dijeron “ya pues, vecina, se terminó la
broma”. Y entonces con estupor se dieron cuenta que la vendimiadora estaba
fallecida… La condujeron al hospital de Concepción, donde sólo constataron que
estaba muerta.
Vendimiadoras, alegres recolectoras de uvas, en el área de Portezuelo. Imagen referencial. |
Por ese motivo, la dueña de casa
de los altos de Primer Agua no hallaba explicación para una muerte tan súbita,
tan inesperada en una mujer joven y trabajadora. Ella nos dijo que en el
hospital indicaron que la causa fue un derrame cerebral. Esa noche, después de
nuestra visita para las fotos, ella y su marido asistirían al velorio en la
casa de la difunda a poco más de dos kilómetros de ahí, en un valle hacia el
este, entre bosques. El funeral, nos dijeron, sería en 48 horas. Aquel debió
ocurrir como nos informaron. Y, sin duda, una cruz clavada en un árbol por sus
parientes, recordará a la vendimiadora de Primer Agua, en ese rincón del camino
que llaman “descanso”. Nosotros nos fuimos de allí con un dejo de amarga
emoción, porque de algún modo y sin haberla conocido nos tocó de cerca el
episodio de la vendimiadora.
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