Los obreros de Penco tenían sed de
conocimiento. Quizá porque muchos provenían de los campos de los alrededores, un entorno social empobrecido y cargado de analfabetismo. Incorporados a las industrias, comprendían que
necesitaban saber; de allí su inquietud por capacitarse. Por eso, algunos seguían cursillos por correspondencia. Recibían sobres con la materia que
les interesaba: la electricidad, la mecánica, algún otro oficio, etc. Pero,
necesitaban algo más, una mejor base en castellano, dominar las cuatro operaciones
fundamentales de matemáticas, entender el arte, la música, comprender mejor la historia de Chile…
Calle El Roble con Cochrane en Penco. |
Los dirigentes sindicales buscaban fórmulas
para atender a estas necesidades y las planteaban ante las gerencias. Este
asunto estaba presente en el pueblo de entonces y era tema de conversación en las casas.
Porque la gente temía al reemplazo de la mano de obra por los sistemas
mecanizados y robotizados de los que ya se comenzaba a hablar por todas partes y que se anunciaba como una amenaza. “Es injusto que
nos saquen del trabajo y ahí pongan máquinas. Eso es muy malo”, le oí decir una vez a
Tito Gajardo, obrero de la loza. Por eso era urgente recuperar el tiempo
perdido y capacitarse tanto para competir por nuevos puestos de trabajo, como
para estar preparados en cultura general. La aspiración por el conocimiento existía.
El laboratorio químico de Fanaloza en 1954, aprox. Foto cedida por el señor Juan Arroyo. |
Algo así era el perfil
cultural pencón de esos tiempos. Cito un ejemplo. Un obrero amigo me pidió que lo ayudara a postular a un cursillo para
estudiar electricidad por correspondencia. Lo hice. Pero, mi ayuda no terminó
ahí porque debí continuar con él leyendo y comentando juntos los textos que le llegaban de Santiago, de
modo que me introduje sin proponérmelo en el campo de la electricidad.
Después lo ayudé a interpretar correctamente las preguntas del examen. Las respuestas las daba él. Fue así que en una oportunidad me involucré en una conversación sobre el tema con mi amigo y otro obrero de Fanaloza, que ya había obtenido el diploma a través del mismo expediente. Recuerdo que su apellido era Chandía y que vivía en el barrio de Playa Negra. El señor Chandía gozaba de reputación entre sus pares por su saber y su cultura, un tipo amigo de las letras y de la técnica. Este trabajador le dio un consejo a mi amigo. En el acto comprendí que lo expresó para que también lo meditara yo. “Mira, para ser un electricista completo, tienes que conocer y dominar la ley de Ohm”. Se lo oí clarito mientras estábamos sentados al comedor de su modesta casa.
Después lo ayudé a interpretar correctamente las preguntas del examen. Las respuestas las daba él. Fue así que en una oportunidad me involucré en una conversación sobre el tema con mi amigo y otro obrero de Fanaloza, que ya había obtenido el diploma a través del mismo expediente. Recuerdo que su apellido era Chandía y que vivía en el barrio de Playa Negra. El señor Chandía gozaba de reputación entre sus pares por su saber y su cultura, un tipo amigo de las letras y de la técnica. Este trabajador le dio un consejo a mi amigo. En el acto comprendí que lo expresó para que también lo meditara yo. “Mira, para ser un electricista completo, tienes que conocer y dominar la ley de Ohm”. Se lo oí clarito mientras estábamos sentados al comedor de su modesta casa.
Georg Simon Ohm, físico alemán, descubridor de la llamada ley de Ohm en electricidad. (Wikipedia). |
Cuando regresamos con mi amigo obrero nos
fuimos conversando, admirados e impresionados por los conocimientos, la discreción y el buen juicio de Chandía,
quien parecía un ingeniero. Nos había dejado pillos con aquella taxativa afirmación. A partir de ese momento la
tarea consistía en compenetrarnos en la ley de Ohm, como si aquella hubiera sido la panacea. Mucho tiempo después comprobé que no era una cuestión tan compleja, pero el problema que nos planteó Chandía tenía que ver con ecuaciones y entonces no teníamos idea de cómo resolver una igualdad algebraica… Tales eran las inquietudes que se manifestaban entre los
obreros de Penco ansiosos de saber más. Soluciones académicas del más variado tipo llegarían más
tarde pero el tiempo jugaba en contra de mi amigo trabajador quien no alcanzó a
recuperar estudios de un modo formal como era su sueño.
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