Imagen referencial tomada de internet. |
Los químicos profesionales gozaron de gran prestigio en
Penco, en especial por el complejo campo de su desempeño. Trabajaban en un área
desconocida para el común de la gente. Ellos manejaban elementos para la
obtención de compuestos, hacían mezclas. Los químicos tenían las claves del sabor, sabían cómo darle el
toque oculto a los productos que salían de las fábricas. En Fanaloza, por
ejemplo, manejaban los colores de la loza, sabían preparar los barnices.
Nombres influyentes en este campo fueron Juan Arroyo Menke o Fernando Pulgar
Ávalos. En la Refinería había otros que se desempeñaban en los laboratorios. Lo misterioso de sus especialidades salía a la luz con admiración en las conversaciones en las casas penconas.
Esos químicos eran reconocidos por su
trabajo, por ser hombres estudiosos, por los resultados que obtenían, por su
calidad de personas.
Pero… pero, había otros «químicos» que no tenían título
profesional pero que la gente igualmente los identificaba como tales. Se formaban observando a los demás y probando. Aquellos
químicos con minúscula no ensayaban en laboratorios, trabajaban en las bodegas
de vino. Su labor la cumplían de noche y consistía en hacer mezclas entre los contenidos
de distintas pipas (barricas). Su mayor reto: salvar los vinos propensos a
avinagrarse. Y para eso recurrían al uso de sales que resultan de la combustión de minerales con el azufre:
el metasulfito de sodio, por ejemplo. Sacaban el compuesto de paquetes, lo echaban con
cuchara a un recipiente y lo disolvían en agua tibia, cuando los gránulos con apariencia de sal de mesa se disolvían, vertían el agua a la pipa.
Enseguida, con la ayuda de otro caporal agitaban la barrica para que la mezcla
con el vino fuera lo antes posible.
El compuesto, decían, ayudaba a detener el proceso
de avinagramiento y le daba tiempo al bodeguero para vender su vino antes de
perderlo. Todos los dueños de bodegas que ganaron dinero en Penco, entre ellos don Juan
Pérez Flores, «don Leopo», «el conejo», etc. tuvieron «químicos» en sus plantas
de trabajadores. Algunos recuerdan a Víctor Ortaly que trabajaba para don Juan Pérez F.; y otros no olvidan a Félix, un señor muy serio, que atendía las necesidades químicas de la bodega del conejo.
Metasulfito sódico (Wikipedia). |
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