Es un reto proponerse pesquisar un mito por la naturaleza
del objeto de análisis. Eso me ha ocurrido con la superstición de las
campanas de una iglesia supuestamente sumergida en Cerro Verde, tema común entre los
pescadores del villorrio en los años cuarenta (1940) y que cita magistralmente
el dramaturgo José Chesta en su obra Las Redes del Mar. Uno de sus personajes
cree y teme haber oído el sonido de esas campanas mientras remaba en la bahía. El sólo
hecho de escuchar el tañido era el vaticinio de malas noticias asociadas a la muerte.
Agrega el mito que quien oía era el predestinado, aquellos que lo rodeaban y
que no morirían no escuchaban.
Con el paso de los años esta superstición fue
desapareciendo. Hoy en día ya nadie habla de eso, incluso, ni siquiera saben
que alguna vez haya existido en la cultura oral. Pero, Chesta dejó el testimonio a través
del parlamento de uno de sus personajes. Los pescadores de Cerro Verde no
querían oír jamás la campana hundida, sus familiares tampoco.
Sobre este interesante acervo cultural de Cerro Verde Bajo, conversé
con el joven profesor de historia Ítalo Chávez Campbell, nieto de Eduardo
Campbell Saavedra, educador que falleciera en 1976. Chávez hace clases en Vallenar
y viaja a su Cerro Verde natal con frecuencia.
Ítalo Chávez Campbell aborda el tema de los mitos en Cerro Verde Bajo. A la izquierda, Eric Pedreros, vecino interesado en conocer más acerca de la historia del villorrio. |
“El mito es una construcción humana que busca propósito
específicos de seguridad frente a los riesgos”, me dice Chávez mientras
conversamos en la casa de Eric Pedreros en la calle central de Cerro Verde
Bajo. Y agrega: “el relato de la campana sumergida citada en la pieza teatral
de Chesta seguramente fue creado por las esposas de los pescadores de aquí.
Ellas querían que sus maridos no salieran a faenas cuando se avecinaba un
temporal, por ejemplo. Entonces los hombres, persuadidos con la historia del
sonido de la campana que ellos temían oír en el momento más inesperado, optaban por quedarse en tierra para evitar noticias
trágicas. Entendían que mejor sería esperar condiciones más favorables para
adentrarse de nuevo en el mar”. Hasta ahí, en parte, una mirada de un mito que se disolvió en el tiempo.
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