Don Juanito Rifo rememora el pasado de Penco. |
Conversar con don Juanito (ése es su nombre, no Juan) Rifo
Benítez es zambullirse en imágenes retrospectivas de Penco hasta 1938, año en
que él llegó con sus padres y sus hermanos procedente de su nativo Curanilahue.
Para entonces tenía poco más de 14 años (actualmente está por cumplir 92). Su
familia la integraban su padre, don Manuel Rifo; su mamá la señora Rosa
Benítez; y sus hermanos Manuel, Orlando, Miguel, Elena y Rosa. La fuerza
productiva que exhibía Penco fue el atractivo que tentó a los Rifo Benítez a
trasladarse desde una ciudad deprimida por los conflictos de las minas de
carbón. La opción del la mudanza ofrecía una posibilidad de éxito: cuatro de
sus integrantes varones tocaban instrumentos, eran músicos y Fanaloza
necesitaba robustecer su banda, tipo orfeón. Así que las posibilidades de
afincarse eran buenas. Por sí solos los Rifo Benífez formaban una banda:
Juanito ejecutaba el barítono; Manuel, el requinto; Manuel padre, el bugle; y
Orlando era el redoblante, hacía la percusión. En Penco, el maestro Encina,
director de la banda de Fanaloza, los recibió con los brazos abiertos. Así
fueron integrados de inmediato al orfeón local. Traían sus propios instrumentos
y hartos pergaminos, en Curanilahue habían tenido una sólida formación en la
banda local. El orfeón locero inició presentaciones en espacios abiertos de la ciudad y en el teatro
de Fanaloza, aquel que funcionó en Cochrane con Infante, en el solar que con
posterioridad ocupó el edificio de la administración de la fábrica. Después que
la banda de Fanaloza se disolvió, don Juanito se integró al orfeón de la CRAV mientras él
seguía laborando en la industria locera.
«Venirnos a Penco fue una buena decisión y un salto tremendo
para nuestra familia. En Curanilahue donde vivíamos, las minas estaban
paralizadas, la situación de entonces era muy difícil», nos dice don Juanito en
una conversación que nos concedió recientemente en su casa de calle Penco. Sin
embargo, el terremoto del 39 (registrado pasadas las 11 de la noche del 24 de enero de 1939 y al que se denominó el terremoto de Chillán) fue un golpe muy violento para los Rifo Benítez
con pocos meses de residencia en Penco. La familia vivía en calle El Roble
entre Freire y Las Heras. Al consultarle sobre aquella experiencia, nos relata
amargos detalles: 'Con mis hermanos ya estábamos acostados. Cuando vino el
movimiento comenzamos a tratar de abrir una ventana que daba a un patio interior.
Logramos salir y quedamos en una zona segura. Mi hermano Manuel vio que mi
madre se levantó y trató de huir, pero se devolvió para rescatar a nuestra
hermano menor, Miguel de 3 años, que estaba en su cuna…'» En este punto de su
narración, don Juanito hace un silencio fruto de la emoción causada por ese
recuerdo. Aquella noche fatídica se derrumbó parte de la casa y murieron su mamá y dos de sus hermanos: Miguel y
Orlando. Don Juanito recuerda también otros aspectos curiosos de ese terremoto: «Nos dijeron después que en el teatro de la Refinería estaban dando una función a la hora del sismo. Y
resulta, según lo que contaron quienes estaban allí, que la película en ese momento estaba mostrando derrumbes, por eso al comienzo del movimiento la gente no entendía si el terremoto
era real o formaba parte de lo que estaba en el telón».
Superar aquella tragedia tardó años, pero en el intertanto,
se preocupó de su futuro personal. Tenía muy claro que la formación de escuela
primaria que recibió en Curanilahue no era suficiente para mirar hacia adelante,
así que estudió en el liceo N° 1 de Concepción y siguió otros cursos por
correspondencia. Hasta que se decidió por ingresar a la Armada. Allí surgió la
posibilidad de seguir una carrera universitaria y se matriculó en odontología en
la Universidad de Concepción. Sin embargo, para poder sacar su título tuvo que
tomar una decisión arriesgada: dejar la marina para seguir en serio su
formación profesional. Aquellos fueron años difíciles, por la falta de
ingresos. Su apuesta y su empeño dieron sus frutos: obtuvo su título de
dentista en 1964, a la edad de 40 años. De ese modo pudo reingresar a la
Armada, donde se desempeñó como profesional en la Escuela de Grumetes.
El alcalde Víctor Hugo Figueroa, junto al matrimonio Rifo Carrasco, en una ceremonia de reconocimiento a la vida en familia realizada en Penco el 2015. |
Es casado con Leticia Carrasco Vera. El matrimonio tuvo tres
hijos: Carmen (fallecida hace unos años), María Amelia y Alejandro. ¿Cómo era
Penco cuando usted llegó a esta ciudad? Responde: «El ambiente era muy
agradable aquí. Cuando llegué lo primero que me aprendí de memoria fueron los
nombres de las calles. Yo supe entonces, casi el primer día, que me quedaría a
vivir aquí para siempre». ¿No pensó en regresar a Curanilahue? «No, eso lo
descarté desde el mismo momento que nos instalamos acá».
En Penco el matrimonio Rifo Carrasco ha obtenido varios
reconocimientos por su trabajo de apoyo a obras sociales. Don Juanito fue
presidente del centro de padres de la ex escuela 90 por una buena cantidad de
años. Por varios períodos fue presidente del liceo Pencopolitano. Desde 1966 se
incorporó a los trabajos con la parroquia local junto al padre Jorge Fajardo y
los padres redentoristas, una colaboración que se prolongó por cuarenta años.
Integró el comité pro hogar Santa Catalina para niñas en riesgo social.
A su edad Juanito Rifo Benítez goza de buena salud y
mantiene la gentileza, la cordialidad, la mirada cálida y la sonrisa de
siempre. Afirma que dejó de ejercer como dentista a los 80 años y que hoy sigue
muy interesado en actividades de ayuda social. Es una persona disciplinada,
hace ejercicios y practica natación todas las semanas en la YMCA penquista,
donde ha hecho de grandes amigos. Junto a su señora Leticia forman uno de los
matrimonios más antiguos y queridos de Penco.
3 comentarios:
Hermoso testimonio, mi tío Juanito Rifo verdaderamente es una persona maravillosa,mi madre,su hermana Elena,nos contaba de cómo se levantaron de esa tragedia que nos narras Nelson.
Pero lo mejor, es el ejemplo que nos deja mi tío Juanito con su nobleza,su energía,su alegría y fortaleza para vivir la vida con optimismo a pesar de todos los avatares que ésta nos va presentando.
Gracias por tan lindo reconocimiento
gracias por el respeto y cariño de la divulgación
Que hermosa historia, yo fui una de las niñas del hogar Santa Catalina y ahijada de Don Juanito guardo los mejores recuerdos de él y agradecida por todo lo que hizo por mí y por la dicha de conocerlo, gran persona.
Publicar un comentario