Los
adornos del árbol de Navidad fueron un tema en Penco. Aquellos que se vendían en
los quioscos –no en las tiendas— eran de fabricación casera, así que se podían
replicar en las casas si había la voluntad de ahorrar algunos pesos y si
alguien estaba dispuesto a tomarse el trabajo. Los ornamentos más importantes
eran las guirnaldas, las que consistían en largas tiras de celofán de distintos
colores y papel plateado cosidos a máquina por el centro. Una vez hechas las
tiras debían ser pacientemente desflecadas con una tijera para convertirlas en
guirnaldas propiamente tales. Las de luces tan comunes hoy en día, entonces
eran un lujo de estilo Trump.
Otro
adorno importante, el algodón, imitaba a la nieve. Ése, al igual que hoy, se compraba en las
farmacias. Venía empaquetado en cartulina azul amarrado con hilo de bolsa. Este
elemento servía para dar la ilusión de una nevada. Curioso el propósito si se
piensa que en Penco debe nevar una vez cada 400 años. Pero, la idea consistía en adornar
el árbol como se vía en las revistas con ilustraciones.
Las
figuritas angelicales eran el otro ingrediente, generalmente hechas de papel
por los niños como tarea del colegio. Y los demás personajes estaban inspirados
en el sentido de la Navidad: el pesebre. Las velitas de las fiestas de
cumpleaños servían para instalarlas estratégicamente en los lugares más
despejados del árbol y encenderlas bajo rigurosa vigilancia.
Pues,
bien, el último elemento: el árbol mismo. A pesar que había gente vendiendo
pinos cortados por todas partes, lo mejor era ir personalmente al bosque a
buscar y traer el más conveniente en tamaño y aspecto. No había vigilantes, nadie se enojaba, nadie
decía nada, ni siquiera había alguna alambrada que saltar. Simplemente
entrábamos en el bosque sin ningún obstáculo de por medio, elegíamos, cortábamos y para la casa.
En un bosque de árboles de Navidad (en el norte de EE.UU.), una familia elige un ejemplar para comprar o alquilar.. (Foto referencial tomada de internet.) |
Las
mamás ponían su buen gusto para adornar el pino con los elementos que
mencionábamos. Porque entre los vecinos se daba una indisimulada competencia: quién presentaba el árbol más bello. Decíamos que había que vigilar las velitas
al momento de encenderlas y el afán consistía en mantenerlas prendidas sólo un
par de minutos para evitar el riesgo de un incendio. Fue precisamente por ese
riesgo que pude perder mi árbol de Navidad en una ocasión. En un abrir y
cerrar de ojos una llama en contacto con una rama produjo una explosión de
fuego. Todos alrededor debimos actuar con mucha rapidez para evitar la
propagación. Mi árbol quedó chamuscado, pero para eso había algodón para
rellenar esa parte calcinada con más motas de nieve… Las velitas de colores de
los cumpleaños eran sólo adornos, no había que encenderlas…
2 comentarios:
Siiii,Nelson,recuerdo tu árbol, suempre lo encontre hermosi con las velitas,y el de mi tío Juan con luces de verdad,y mi árbol, con cerezas,peritas y chocolates.
Siiii,Nelson,recuerdo tu árbol, suempre lo encontre hermosi con las velitas,y el de mi tío Juan con luces de verdad,y mi árbol, con cerezas,peritas y chocolates.
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