San Roque y su perro Melampo, en la imagen, todavía con cola. |
El
vendedor puerta a puerta entró en nuestra casa para desplegar su mercadería,
una colección de posters de santos. Era un tipo instruido porque se sabía la
historia de cada cosa que vendía, en este caso los santitos. Mi querida tía al
ver mi interés por las imágenes coloreadas y lustrosas, me dijo que escogiera
una. En realidad las gráficas eran tan atractivas por su brillo y su papel
acartonado. Me hubiera quedado con todo el material que vendía aquel hombre de
los tantos vendedores que diariamente golpeaban a las puertas del vecindario
para ofrecer la última novedad. Así era entonces… Pues bien, luego de algunos
cabildeos y de darle un par de minutos a mi cabeza para consultas, tomé la
decisión. Me quedo con éste, dije en voz alta, al tiempo que mi tía Ana sonrió por
la firmeza de mi determinación. Yo había elegido al santo con el perro: San
Roque. ¿Cómo no querer a un santo que respeta a los animales?
Fue
entonces en que escuchamos mi tía y yo, el relato del vendedor, quien nos contó
la historia de Roque, quien dedicó su vida a ayudar a los enfermos que
contraían pestes. Por eso es que es muy venerado en Europa, donde las personas
le pedían en oraciones que los ayudara. Y dicen que es muy milagroso. Hay
muchas iglesias dedicadas a San Roque, especialmente en Francia. Tal vez la más
importante está en París, muy cerca del museo del Louvre. El vendedor abundó en
detalles de la vida del santo, que había nacido en Montpellier, que emigró a
Italia donde trabajó para las personas que padecían las pestes y fruto de
ello fue que él contrajo la enfermedad…
San Roque y su perro, estatua del santo instalada en el ayuntamiento de San Roque, Cádiz, España. |
Como
el cuento se extendía y no llegábamos al punto que me interesaba, interrumpí:
¿Y el perro? Bueno, el perro tuvo una parte importante en esta historia, dijo
el hombre. Se llamaba Melampo y era choco, le habían cortado la cola. Melampo lamió las heridas de San
Roque y así mejoró. Para no contagiar a otras personas debido a su enfermedad, el santo se escondió en unos bosques de Italia. En esa situación, el perro le llevaba pan
que sacaba todos los días de la casa de Gottardo Pellastrelli. Fue así
que éste un día siguió al can y dio con el paradero de Roque, se lo llevó a
su casa y terminó de curarlo. Después, dice la historia, Roque sanó a un
cardenal quien lo contactó con el Papa. La historia, bastante más larga,
termina con la muerte de San Roque en el norte de Italia. Cuando regresaba a
Francia, soldados lo detuvieron por sospecha de ser un espía. Lo encerraron en
una celda donde murió a la edad de 32 años en 1379.
Mi
San Roque y Melampo adornaron mi pieza por muchos años. Para instalarlo sacamos
una foto antigua de un marco y se lo destinamos al santo. Llegué a la
convicción que fui la única persona en Penco que podría decirse era devota de San Roque. Y con la imagen ocurrió lo que pasa siempre con estas cosas, se perdió o se estropeó
con el tiempo. Pero, permanece en mis recuerdos…
No hay comentarios.:
Publicar un comentario