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Inscripción que recuerda el inicio de la construcción de la población VIPLA en 1951. |
Antiguos pencones guardan ingratos recuerdos del Presidente Gabriel González Videla (PR), cuyo mandato constitucional se extendió entre los años 1946 y 1952. Su gobierno fue políticamente controvertido. Mencionaremos un ejemplo de esa experiencia en el ámbito local: en el caso de las
huelgas de mineros del carbón en Lirquén y Cerro Verde permanece viva la imagen del despliegue
militar para reprimirlas: soldados con ametralladoras en
las lomas entonces despobladas de Cerro Verde Alto apuntando al caserío. Ése fue un aspecto.
Otro, opuesto, está grabado a la entrada de la población VIPLA, frente al Hospital, al otro lado de la
carretera. Porque González Videla y su esposa Rosa Markmann (Mitti) pusieron allí la primera piedra de ese
conjunto habitacional en enero de 1951. Imagino cómo habrá sido la fiesta después de ese evento, porque al Presidente de Chile le gustaba el glamour y pasarlo bien. Imagino también cómo andaría de resguardado debido a la cercanía de la mina de Lirquén y sus indignados obreros. La población fue terminada al año siguiente y sus primeros vecinos fueron trabajadores de la fábrica VIPLA.
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La plazuela que está en el centro de la población VIPLA de Lirquén. |
Tuve un compañero de escuela en la población VIPLA así que
solía visitarla. Jugábamos en la plaza y hacíamos las tareas en su living del
primer piso. Recuerdo que su apellido era Pino, una persona agradable y padres
cariñosos. En una oportunidad asistimos a un partido de básquetbol en el
gimnasio que está a la salida y me asombró que los tableros de los arcos hubieran
sido de vidrio, súper modernos. Estaba acostumbrado a los tableros de madera de los gimnasios de
Refinería y Fanaloza. Y, bueno, no podía ser de otro modo tratándose de una
población de VIPLA, la fábrica de vidrios planos. Esos tableros uno los veía sólo en el cine en partidos de
la NBA.
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Gabriel González Videla y su esposa Rosa Markmann, conocida como Mitti. |
La población VIPLA hoy en día tiene el mismo aspecto de
entonces, cuidada, limpia y apartada del mundanal ruido. Allí sólo ingresan los
moradores y, sin duda, todos son gente conocida. O sea, nadie molesta y la vida
es tranquila como debe ser. Me alegró haber dado un recorrido por ahí y
comprobar que las casas son las mismas, que están bien mantenidas y que su cara
exterior no ha sido modificada.
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