Foto pos producida. |
Aunque
para los estándares de hoy resultarían absolutamente poco prácticas, en los
años 40 y 50 del siglo XX las maletas al alcance del bolsillo popular estaban hechas de cartón grueso enchapado y reforzado con correas, de tela lacada con armazón, de mimbre tejido o de madera barnizada. En cambio, las de marca, fabricadas en cuero o suela,
resultaban ser demasiado costosas para un obrero. Junto con el propósito específico de los carpinteros, que hemos mencionado, aquellas de madera las
usaban también los jóvenes que se enrolaban en el ejército. Ahí llevaban sus cosas cuando se presentaban en el regimiento. Quienes hacían estos contenedores escogían maderas livianas, como álamo
seco, por ejemplo, pero el usuario notaba igual lo denso de la tara. Pesaban más
que el contenido, incluso las de madera terciada. Los kilos se triplicaban cuando llovía. Bueno, ¡qué más se podía exigir si al fin y al cabo era un cajón con una sola asa con el aspecto de una maleta!
Volvamos a los carpinteros que trabajaban en la construcción. De seguro esos contenedores portátiles de herramientas los hacían ellos mismos. Un martillo, un formón, una cepilladora, un nivel, pliegos de lijas
y, sin duda, la comida y una chaqueta además del serrucho, colmaban la
capacidad de la maleta. Cuando ya ha pasado tanto tiempo, no hay carpintero de
la construcción al que preguntarle por qué no dejaban sus herramientas guardadas
en la pega. Por alguna razón, que nosotros no podemos afirmar, andaban con la famosa maleta para todos lados. Conjeturamos, eso sí, que atendían
más de un trabajo durante la jornada en lugares distintos hecho que los
obligaba a tener sus herramientas cerca. Bueno es recordar, por si acaso, que
por esos años los obreros y los artesanos no tenían vehículos propios... y menos uno con porta-maletas.
Fotografía compuesta con imágenes distintas. |
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