martes, enero 08, 2019

UNOS PENCONES POSABAN DE RUDOS Y HABÍA MUJERES BUENAS PARA EL MATE


HABÍA ACTITUDES ADOLESCENTES en muchos que ya eran adultos en Penco. Una de esas conductas, por ejemplo, imitar lo que veían en el cine y que no pertenecía al uso local. Los imitadores querían aparentar ser tipos rudos, como los cowboys de las películas. Cuando se presentaba la posibilidad, algunos montaban caballos emulando la forma de cabalgar de los vaqueros del celuloide. Sin embargo, lo más fácil para impresionar a otros era encender un cigarrillo al modo de los rudos. Eso sí, había que hacer una producción y ensayar un par de veces la maniobra para que la acción sorpresa saliera natural, como en las películas. Veamos: El adolescente en cuestión (aunque mayor, por supuesto) le quitaba la banda de lija a una caja de fósforos. La pegaba ya fuera en la suela de sus zapatos o en un lugar elegido para «hacer la talla», ya fuera el tronco de algún árbol, un poste o una muralla. Así, pues, nuestro personaje durante alguna reunión invitaba a un cigarrillo y encendía el fósforo frotándolo contra la suela de su zapato. Ooooh, decían los otros. Y, si era necesario prender un segundo fósforo, lo hacía rozar contra la muralla, el poste o el árbol (donde estaba la lija previamente pegada), ooooh, continuaban exclamando los contertulios como si estuvieran frente a un mago. Cuando el adolescente-viejo (que se creía cowboy) conseguía ese efecto perfectamente calculado, inflaba el pecho y se hacía el desentendido, como en las películas.

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LAS MUJERES HACÍAN VIDA SOCIAL a su modo, en reuniones sólo de ellas. El centro de gravedad de estos encuentros frecuentes era el mate. ¿Cuándo nos vamos a juntar a matear? se preguntaban para convocarse. Por años el mate fue la bebida más consumida por las mujeres de los estratos obreros en sus casas. La yerba se vendía a granel en todos los almacenes de los barrios a un precio conveniente. Para que aquellas reuniones fueran exitosas, ellas compartían sus mates y, cómo no, era la ocasión para conversar, «darle a la sinhueso», se decía popularmente. Pero, hablar de asuntos familiares o personales era ingresar en la antesala de la etapa siguiente: el pelambre, el segmento más sabroso de la reunión. Quizá por eso tomar mate en la compañía de más personas se interpretaba como pelar. Por consiguiente se decía que en estas reuniones en torno a esa bebida participaban materas-peladoras. Y para cerrar este relato, digamos que había algunas variantes para la infusión del agua y la yerba, también se tomaba mate de leche y cuando hacía frío, las materas le agregaban una pisquita de aguardiente.

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