LA LUNA LLENA asomó enorme, como
nunca. Así se veía desde la loma que caía al río cristalino que
después llamarían Andalién. Su luz de plata cubría, sumada a la
claridad crepuscular, el descampado que lindaba con la bahía. Las
olas distantes quebraban sus crestas blancas por delante de la isla
que interrumpía el horizonte no tan lejos. El niño adolescente
Marároo de pie en la loma se giró hacia el oriente y contempló
sorprendido el espectáculo que brindaba la luna apenas levantándose
sobre los cerros. Fue tal su emoción que llamó a su madre Saúco
enfrascada en quehaceres del hogar, en el ruco de la familia
levantado en un reparo del bajo. Le mostró el cielo. Ella miró
hacia arriba y ambos guardaron silencio durante un rato y después
sonrieron. Saúco hizo unos curiosos movimientos con sus manos sobre la cabeza,
gestos supersticiosos y volvió a sus tareas. Esta imagen es una
posibilidad de la prehistoria de Penco.
¿ESA GENTE CÓMO DIRÍA luna?,
¿cómo decían mamá?
La frase fíjate, mira
hacia allá, ¿cómo sería la gramática que usaban para armar la oración? Ellos
conversaban con toda naturalidad pero ni usted ni yo entenderíamos
hoy en día a Marároo en esa circunstancia remota. No sabemos si sus palabras nombraban cosas solamente o si tal vez tenían otras que significaban cuestiones abstractas, como amor, la vida, la pena, la alegría ¿Pero, por qué
no entenderíamos? Porque para nosotros sería una jerigonza
desconocida y no tenemos pistas para traducir, además porque ese
grupo humano que vivió en los cerros de la actual Playa Negra
desapareció y la lengua que ellos hablaban murió con el último de
sus integrantes que partió de este mundo.
Es
descorazonador leer que los científicos digan que cuando una lengua
ha muerto aunque la reconstruyamos, si pudiéramos, nunca más sería
hablada con la fluidez de entonces. Y agregan: porque vivimos en el
lenguaje. Es decir el destino de la lengua es aquel de quienes la
cultivan, la hablan. Pero, también puede dejar de hablarse por
decisión u obligación. La historia tiene ejemplos. Dictaduras han
prohibido las lenguas que consideraron una amenaza. En el presente
jóvenes que hablan una lengua en su casa con sus papás y abuelos se
ven forzados a aprender el idioma oficial para poder tener éxito en
la vida. Es otra causa de la muerte de lenguas.
Según
UNESCO en el planeta se hablan 7.000 lenguas, pero muchas están
muriendo sin ninguna esperanza de resucitarlas. Estudios afirman que
2 lenguas desaparecen cada mes. La única que volvió de la
desaparición fue el hebreo, pero porque quienes lo sabían lo practicaron muchas veces a escondidas, hasta que regresó a la luz en 1948, cuando se consolidó el estado de Israel en Palestina.
A COMIENZOS DE MARZO de 1965 se iniciaban las clases en la Universidad de Concepción. En el auditorio de la Escuela de Derecho introducía su cátedra Derecho Constitucional el profesor Sergio Galaz. Ante los mechones el maestro Galaz dijo: “la
sociedad humana es un hecho primario y natural y no el resultado o el
producto de la voluntad de los hombres. El ser humano no puede vivir
al margen”. A ese enunciado agreguemos que según todas las
ciencias filosóficas pertenecer a una sociedad es ser parte de la
lengua que ahí se practica. Incluso, si la comunidad es pequeña,
sus miembros están dentro del dialecto del grupo. Si uno no habla
eso, está afuera, es un extranjero.
El río Andalién en la desembocadura, al fondo las lomas de Playa Negra, citadas en este relato. |
ATÓN, EL PADRE DE MARÁROO, estuvo todo el día recolectando mariscos en
compañía de su hermano. Desde el mar ambos volvieron caminando por
las arenas pardas del borde del río; del otro lado se mecían los
juncos de los humedales agitados por el viento nocturno. La
luz de la luna los guió directo al ruco en la pendiente abrigada de
la loma adonde llegaron con sus cestas llenas. Marároo que también
quiso ir al mar, tuvo que quedarse para ayudar a proteger a su
familia y al grupo de la cercanía de carnívoros merodeadores y
otras alimañas de los bosques, que en realidad no eran muchas.
EL GRUPO DEDICABA CASI todo su tiempo en procurarse alimentos. No cultivaban huertas ni tenían animales de corral. Por eso migraban por más cercanías de frutos y posibilidades de comida en el entorno de la bahía. Esas comunidades humanas del lugar –área que muchos siglos después sería Penco‒ hablaban su lengua con fluidez, un argot primario, desconocido porque además no disponemos de un registro gráfico o escrito para intentar interpretarlo (recordemos que es la prehistoria). Sin embargo, es lógico pensar que escasas reminiscencias de esa lengua original permanecieron y quizá permanecen en el mapudungún de los lafquenches.
EL GRUPO DEDICABA CASI todo su tiempo en procurarse alimentos. No cultivaban huertas ni tenían animales de corral. Por eso migraban por más cercanías de frutos y posibilidades de comida en el entorno de la bahía. Esas comunidades humanas del lugar –área que muchos siglos después sería Penco‒ hablaban su lengua con fluidez, un argot primario, desconocido porque además no disponemos de un registro gráfico o escrito para intentar interpretarlo (recordemos que es la prehistoria). Sin embargo, es lógico pensar que escasas reminiscencias de esa lengua original permanecieron y quizá permanecen en el mapudungún de los lafquenches.
MARÁROO, SU PADRE ATÓN, su madre
Saúco, su tío y otros vecinos del grupo esa noche comieron
mariscos típicos de Penco: caracoles, machas, locos, picorocos y changayes de la
recolección de la jornada. Ahí quedaron las conchas y otros restos como testimonio para el presente₁.
Arriba, la luna en la fresca noche del verano acompañaba con su luz.
¿Encendieron fuego? Tampoco tenemos noticias si ellos habían domesticado el
fuego.₂
--------₁ Estudios científicos descubrieron conchales y algunas herramientas peleolíticas que dejaron esos grupos humanos prehistóricos tanto en Playa Negra, sector puente La Ballena, y en quebrada honda.
₂ El ser humano conoció y usó el fuego hace un millón de años, sólo que no sabía cómo encenderlo. Los protagonistas de nuestro relato seguramente conocían la forma de prender fuego.
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