La carga de volumen intermedio, llámese bolsas, canastos u otros bultos, se llevaba a pie. Los contenidos eran hortalizas, abarrotes, pan, ropa para cuyo transporte no había chata disponible. Los hombres se echaban los bultos al hombro y se iban caminando por una huella junto a la línea del tren, la única opción corta. Había otra alternativa pero bastante más larga: el camino viejo a Lirquén, que iba por la loma que hoy es Cerro Verde Alto. Saliéndose de esa vía, se podía tomar un sendero que bajaba hasta la línea, se cruzaba y se llegaba. Pero, bajar por la pendiente era incómodo. El remedio, peor que la enfermedad.
La caminata más segura era la senda de la línea que hemos mencionado. Mucha gente iba y venía por ahí, conocidos. Se formaban grupos para caminar juntos y acortar el trayecto conversando. Pero, volvemos al tema de los bultos. Cuando quienes los llevaban eran mujeres, ella echaban el más grande sobre su cabeza. Cuando lograban el equilibrio necesario, agarraban otras dos bolsas, una en cada mano e iniciaban las caminata. Descansaban cada cierto tramo, pero igualmente era un esfuerzo grande el transportar las cosas necesarias para el diario vivir en Cerro Verde. Y eso nos parecía entonces tan habitual...
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