(Juan Espinoza Pereira)
Revisar el artículo sobre la muerte de Fanaloza, de seguro que ha de provocar una serie de emociones en todos quienes estuvimos cerca de la «fábrica» en nuestra infancia, sea porque nuestros familiares, vecinos, amigos fueron parte importante de aquella empresa que ya no tocará el último silbido a los loceros que se dirigen hacia el atestado cementerio pencón.
¿Habrá imaginado la comunidad que la más antigua fábrica de la comuna iba a desaparecer? ¿Qué hizo la sociedad chilena para proteger una empresa que no sólo entregaba un salario a un exiguo grupo de obreros, sino que constituía la memoria histórica de un pueblo que desde su génesis ha sido maltratado? Claro, ahora podemos estar triste, enojados y hasta maldecir a más de alguien, pero reitero ¿qué se ha hecho para conservar la memoria histórica material?
El escrito para recordar y repasar ciertos conocimientos que están almacenados en mi biblioteca a miles de kilómetros y que cada cierto tiempo los reviso, ahora con más interés ya que el conocimiento adquiere un valor sin igual en estos momentos. Al releer el capítulo de Santiago de Graham, M., se desprende el uso de la loza que puede ser atribuida a la fabricada en Penco, pero estimo que ha ser más utilitaria que «ceremonial en la cena de altas autoridades», ya que dichas piezas tenían su origen en Inglaterra (adjunto foto de la portada del libro). En otro texto de Douglas, M. (1931) se hace mención a un estilo fino de loza que se produce en el sur de Chile, pero no se menciona la ciudad de origen (adjunto foto del interior de libro en inglés). Tal vez el texto con más valor sea el publicado por la Cámara de Comercio de Sevilla (1929) y que en la página 474 hace mención a la fábrica de loza de Penco, su origen, sus propietarios y los premios obtenidos en concursos internacionales (adjunto foto del libro). Recuerdo que hace años, en la biblioteca del Museo Regional de Atacama, revisando los libros Boletín de las Leyes aparece el decreto que el gobierno de Chile (en sus albores) autorizaba la instalación de una fábrica de loza en Penco.
«Conocer es recordar…»(*) o, también podríamos decir que el recuerdo nos puede conducir a conocer, a valorar lo que tuvimos y que ya no se tiene. No quiero aparecer como chinchorrero, pero vuelvo a la idea inicial, ¿qué se ha hecho para que la «fábrica» no muera? Y, es posible que nada, pues gran parte de la población vive obnubilada con la globalización, con las compras «a bajos precios» desde países asiáticos y/o europeos, que producen con mano de obra barata (niños, mujeres, ancianos, reos, interdictos) productos desechables y que ingresan a nuestra sociedad sin hacer un mínimo análisis de la calidad, por el contrario, se aplaude el hecho de tener objetos «igual que en los países desarrollados». Es posible que nuestro Penco esté absorbido por el individualismo donde jamás importó el futuro ya que se tenía un «salario seguro» cada mes, pero ahora que no se tiene, entonces ha despertado y lo que era sólido ya no lo es; entonces ahora la globalización es dañina… «Somos hijos de un pasado sin testamento… somos hijos sin memoria y sin futuro…sólo un confuso presente»(*). Con el tiempo (que será muy breve) el sector de la Fanaloza tan sólo será un no lugar para las nuevas generaciones, una anécdota para comentar, como lo indiqué en un escrito hace un tiempo. Quienes miramos a Penco desde sus orígenes, no sólo a través de la historia oficial, sino también la matriohistoria, aquella de la gente de a pie y no sólo las postales, tenemos la obligación de difundir el conocimiento de ese pasado hacia las nuevas generaciones, a quienes viven en otras zonas del país y que al visitar quedan maravillados(as), máxime cuando los relatos nos entregan nuevas visiones que no habían sido miradas por quien nació ahí.
_______
(*) Estas expresiones las he extraído de unos relatos que estoy construyendo para un próximo libro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario