INDÍGENAS cordilleranos fotografiados junto a sus tiendas hechas de cuero.
Para nosotros pencones la palabra puelche representaba un viento que soplaba del sureste. Hoy lo podemos identificar como esas rachas que bajan desde el cerro y que se cuelan por las calles hacia el mar. No es muy habitual. En mis tiempos la gente decía «está corriendo puelche», sinónimo de cielo despejado. Pero, en realidad puelche es el nombre de un pueblo indígena que vivió en los Andes, entre Maule, la Araucanía y el lago Nahuelhuapi (Argentina). Ése es el origen de nuestra costumbre de identificar como puelche al viento que viene del sureste.
La historia de los indios puelche es oscura, poco se sabe de ellos. Fueron un grupo que no perteneció al pueblo mapuche. En la lengua mapudungún pwelche significa salvaje. Vivían en los valles y en las tierras bajas de la cordillera. «A diferencia de los mapuches, los puelche no practicaban la agricultura, ni el pastoreo, ni los tejidos. Eran cazadores con arcos, diestros en la captura de guanacos y de ñandúes. Además del arco empleaban la boleadora o lake. También cazaban pumas, zorros, liebres, quirquinchos, vizcachas, aves diversas, de los cuales consumían su carne. Con las pieles fabricaban sus chozas y vestimentas consistentes en largas mantas, a las que llamaban llunques. Las plumas de ñandú las intercambiaban con los mapuches por maíz y otros productos» *.
Los puelches comerciaban con los mapuches, pero sus relaciones no fueron totalmente amistosas si tenemos en cuenta que ambos pueblos eran guerreros. Cuando los puelches bajaban a los valles además de intercambiar, se producían razias especialmente durante el verano. Era fácil diferenciar a ambas razas. Los puelches llevaban un cintillo portaflechas. Pintaban sus cuerpos y sus caras. Eran hombres que parecían más corpulentos que los mapuches sedentarios.
Estos grupos dominaban los valles andinos que desembocaban en Villarrica, Valdivia y Osorno. Y por el este, en Neuquén y Cuyo, en la República Argentina. Sin embargo, el primer indicio de su progresiva desaparición lo marcó el búsqueda del piñón por parte de los pehuenches que se instalaron en las zonas de los bosques de Araucaria en las inmediaciones de la laguna Laja. Los puelches fueron perseguidos tanto por los pehuenches como por los conquistadores. Eran capturados por los pehuenches y vendidos como esclavos a los españoles de Chile.
Diego de Rosales relató uno de sus encuentros con puelches de Epulafquén en 1651 señalando que el jefe Malopara hablaba el mapudungún y su propia lengua que era distinta. Añade Rosales que el líder puelche era bilingüe. Hay autores que dicen que el número de puelches no superaba los 500 individuos, distribuidos en 13 grupos de unas 40 personas. Los pehuenches los llamaban despectivamente quimnolucho, que se podría traducir como gente ignorante.
El último grupo perfectamente identificado como puelche lo detectó el jesuita Havestadt en 1752 en el sector de Malalhue, a la altura del río Maule. Eran 200 jinetes, habían introducido el caballo, y el grupo además incluía mujeres y niños. Tenían tres caciques: Marivutai, Huelecalquín y Cheuyu. Como hemos dicho Havestadt subraya que los puelches hablaban una lengua que no era mapudungún estableciendo así claramente la diferencia de etnias. Hacia finales del siglo XVIII muchos de ellos se hacían entender en español. Los últimos puelches vistos en torno al lago Nahuelhuapi en Argentina, ya estaban mezclados con los pehuenches. Su cultura fue diezmada y absorbida. Los puelches ya no existieron más, desaparecieron, se les perdió el rastro. Para nuestros tiempos, como decíamos al comienzo, la denominación puelche representaba otra cosa, era un viento raro del sureste. Ni se nos pasaba por la mente esa tribu originaria desaparecida en los cajones cordilleranos...
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Los datos de este texto provienen de dos fuentes:
El paper «La Presencia Mapuche en Los Andes», de José Manuel Zavala Cepeda.
Blog «Feliz, en Alpargatas», de la novelista argentina Susana Biset.
* Composición de citas de Zavala y Biset.
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