PORTADA DE LA NOVELA DE Salvador Reyes. La pintura es del artista chileno Paolo di Girólamo. |
«Mónica Sanders» –la palpitante novela (1951) del escritor chileno Salvador Reyes– no la leí en mi juventud liceana, porque seguramente no clasificaba para el canon de adolescentes por ser una novela para mayores. De ahí que ese título apenas lo oí alguna vez en mi vida. Sin embargo, el nombre saltó al tapete de mi atención cuando me lo mencionó José Checho Vergara (QEPD), en una situación que le ocurrió en la biblioteca particular de don Óscar Contreras. El señor Contreras como se recordará fue un ejecutivo de Fanaloza, originario de Valparaíso. Él fue un humanista que se preocupó de apoyar a la juventud local y abría generosamente su biblioteca privada a estudiantes que tenían que hacer tareas y necesitaban fuentes: historia, geografía, literatura, filosofía, matemáticas. Y aquí llegamos a la situación del inicio. Vergara me dijo que fue a la casa de don Óscar a pedirle que le prestara la novela «Mónica Sanders» …
Con el libro entre sus manos el señor Contreras tenía dudas entre si acceder o no. El Checho tenía entonces unos 16 años. Por eso, le hizo una pequeña entrevista para explorar su nivel cultural y de madurez. Hasta que finalmente le pasó la novela con la exigencia de que debería devolverla en una semana. Cuando el Checho me contó esta anécdota pero no el contenido del texto, me despertó la curiosidad por el libro.
CHECHO Vergara y don Óscar, protagonistas de este relato. |
La semana pasada hallé «Mónica Sanders» en una subasta de volúmenes viejos, me lo aseguré. Confieso que el libro no me soltó. Gran relato de un escritor de fuste como Salvador Reyes, un copiapino de corazón y porteño por adopción. Y Mónica, una mujer insoslayablemente cautivadora, bella, apasionada. Su amante secreto era el arponero y capitán de un ballenero del puerto... Razón tenía el señor Contreras para otorgar visa a los juveniles pretendientes de gozar la novela. No en vano él era amigo personal de Salvador Reyes a quien conocía como integrantres de un club cultural del puerto. No es claro que Reyes haya venido a Penco a visitar al señor Contreras como lo hacían otros artistas, Pablo de Rokha, por ejemplo.
Mónica, el personaje de ficción, calzaba entre los ideales femeninos desarrollados por la literatura chilena del siglo XX del mismo modo, por ejemplo, como Solveig, la heroína de la novela «Roble Huacho» (1947) de Daniel Belmar. Luego del último encuentro con su amante furtivo, Mónica, portadora de un secreto íntimo, se despide con un beso y se aleja para disolverse entre las sombras de la noche de una calle de Viña del Mar. Por otro lado, Solveig no vuelve a la cita y huye a la estación ferroviaria del pueblo de Vilcún cerca de Temuco, donde se mezcla con la gente y se la pierde de vista en medio de los viajeros. Ambas no vuelven a aparecer más. Sin embargo, al menos Solveig será buscada infructuosamente aunque con una fuerte carga de irrenunciable esperanza en el resto del relato.
Solveig y Mónica Sanders fueron el sueño de mujer de varias generaciones de adolescentes en Chile en esos años. Y, en Penco no fue la excepción. Ambos personajes representan la suma de todas las mujeres... Lamentablemente mi querido Checho ya no está con nosotros para haberle pregutando más sobre cómo fue la interrogación del libro por parte de don Óscar.
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