De
don Manuel del Campo sólo sabemos que escribía poesías y que pudo ser un vecino porque firmó éste, su poema en Penco. Por el estilo de la
poesía que desplegamos aquí, deducimos que pudo tratarse de un
profesor normalista. También imaginamos que en 1889, cuando escribió
este hermoso poema, publicado en el diario El Sur, debió tener tal
vez unos 30 años. Su estilo es simple y robusto al mismo tiempo, el
vocabulario que emplea es rico, el ritmo de los versos agradan en la lectura y su descripción de la playa de Penco tiene la fuerza
del testimonio vivo. Sus referencias contienen el romanticismo
propio del siglo XIX presente en todas las artes de esos años.
Manuel
del Campo conoció ese Penco que nosotros no tuvimos la suerte de
conocer. La gracia de sus versos nos transmiten la imagen multicolor
de lo que fue: las nubes doradas de la tarde, el trino de las aves,
la musicalidad de los álamos y el quieto oleaje del mar. Todo pleno
de solemnidad y paz. Tan distinto al bullicioso Penco de hoy con
bocinazos, motos, semáforos. A nuestra ciudad del siglo XXI llega un
vestigio del pueblo que fue.
Carecemos de más información de
don Manuel. No tenemos más datos que su nombre y que publicó
en El Sur, el 2 de febrero de 1889. El resto del perfil de su persona
lo hemos inferido, aunque no comprobado. Sin embargo de su
sensibilidad poética sabemos ya bastante igual que de su estilo
relajado manifiesto en la inteligente correlación de los 47 versos que la componen. Hay
un par de palabras que no son de uso común, por eso me permito
anticipar sus significados para mejor comprender este Penco en poesía
de Manuel del Campo. Vocabulario: amartelados: atormentados.
Nacaradas: blancas, brillantes e irisadas como perlas. Trova:
composición poética para ser cantada. Miriadas: enormes cantidades.
PENCO
En un álbum
Por Manuel del Campo Y., Penco 29 de enero de 1889.
Poetas amartelados
Que, como a mí, os hace falta
La inspiración que da vuelo
Del pensamiento a las alas.
Venid si hallarla deseáis
Brilladora y soberana
A este vergel encantado
De esta primorosa playa.
¡Viérais cuando nace el día
Entre brumas nacaradas,
Qué concierto hacen las olas,
Qué juguetonas y mansas,
Formando copos de espuma,
Frágiles cual la esperanza,
Vienen a morir cantando
Trovas de amor en la playa!
¡Qué acento tan susurrante
Tienen al soplar las auras,
Y el volar de las abejas
Junto a la flor perfumada!
Y cuando entre nubes de oro
Llega la tarde encantada
¡Qué música tan solemne
Tan misteriosa y romántica
Se levanta entre las ramas
De los álamos frondosos
Que crecen en la montaña,
Con el batir tembloroso
Que hace el ave con las alas,
Cuando va en busca del nido
Porque ya la noche avanza
Y qué luceros tan bellos
Aparecen por miriadas
En el ancho firmamento
De la bóveda azulada!...
Y para colmo de dicha,
En esta hermosa morada
Centro de amor, la mujer
Que la belleza siempre ama
Busca aquí un nido y en él
Hace germinar sus gracias.
Aquí hay rubias seductoras
Morenas que el pecho abrazan,
Labios que juran amores,
Ojos que incendian las almas
Y en fin, aquí la ilusión
Se hermana con la esperanza.
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