El
reciente fin de semana (22 y 23 de noviembre) bajo el abrasador rayo
del sol atacameño concurrí a la pista atlética de Copiapó para
disfrutar de un programa de atletismo; grande fue mi sorpresa al
comprobar que el estadio estaba con su capacidad completa de
competidores tanto en las graderías como en diferentes partes del
campo deportivo, cada cual exhibiendo sus destrezas: lanzamiento
del martillo, jabalina y bala, salto largo y alto; por supuesto las
ramas atléticas más conocidas. Ante mis ojos estaba desarrollándose
el Campeonato Nacional Atletismo Master, un espectáculo sin
mayor publicidad para una convocatoria aún más masiva; o sea,
estábamos ahí sólo quienes seguimos las competencias del deporte. Me disponía a
buscar un lugar para presenciar el encuentro, cuando de pronto veo a
algunas personas con sus tenidas deportivas y que en sus espaldas se
leía Penco;
no lo podía creer, encontrar a pencones en este desierto enfrentando
no sólo a competidores de diversas regiones del país pertenecientes
a grandes clubes nacionales, sino a un sol que quema a los que ellos
no están habituados, esa sequedad del aire que no dan ganas de
respirar. Ahí estaban los pencones ya con algunas medallas en sus
pechos, fruto de sus logros.ASPECTO DE LA ENTRETENIDA competencia Master en Copiapó.
Un atleta master, es quien ha superado la edad promedio de un competidor de élite, es decir, desde los treinta años hasta los ochenta años. Impresiona ver desempeñarse en una carrera de 800 metros planos a personas de 75 a 80 años y, cómo ellos no abandonan, incluso en sus brazos portan cronómetros para medir sus tiempos personales. Sus capacidades biológicas han sido perfeccionadas para adquirir destrezas físicas por toda una vida. En este tipo de competiciones en la pista no hay lucha contra otros atletas, la lucha es personal y, si alguien tiene la suerte de ganar, el mejor premio es el aplauso del público y el saludo fraterno de sus contrincantes. Así lo pudimos ver en la prueba de los 10 K damas y varones ruta que se cumplió en nuestro orgulloso Parque Kaukary que se encuentra junto a un “río sin agua”, el Copiapó. Esta carrera, aunque se inició a las 08:00 de la mañana hizo sufrir a los atletas (pues el sol se levanta temprano en Atacama). Y al final, luego de alcanzado el intento, todos terminaron dándose apretados abrazos de felicitaciones.
Los
masters pencones, unos(as) corajudos(as), no sólo competían contra
el calor inclemente como hemos dicho sino también debían cumplir
una actuación digna ante atletas de clubes grandes a nivel nacional
como Universidad de Chile, Universidad Católica, Tierra de
Campeones, competidores extranjeros y muchos clubes del Biobío
(Yumbel, Chiguayante, Talcahuano, Concepción entre otros). ¿Qué
falta para ser mejores?, sí falta. Para ser mejores implica
entrenar, sacrificarse y soñar, como lo hacía nuestro Ramón Tapia
Chambilla un maestro del deporte en Copiapó, quien sin recibir pago
alguno, siempre estaba en la pista con niños, adolescentes y adultos
entrenando y formando atletas para romper marcas, pero sobre todo,
como decía: “Es
importante ganar pero más importante es ser mejores personas, mirar
la vida en forma positiva a pesar de todos avatares que pudiera haber
en las familias.”
¡Grande don Ramón!UN ATLETA OCTOGENARIO, a pasos de la meta, luego de vencer el ardiente sol de Atacama.
Mientras veía correr a un atleta octogenario en la pista, quien hacía ingentes esfuerzos por llegar a la meta, se me cruzó aquella imagen que la historia nos ha legado a modo de mito del guerrero de Maratón que corrió desde ese lugar a Atenas para dar la noticia del triunfo de los griegos sobre el ejército persa en el año 490 a.C. ¿Qué noticia portaba este atleta nuestro que corría para llegar a la meta en Copiapó? Tal vez ninguna o tal vez una muy importante: demostrar-se que sigue vivo, que su vida no ha sido en vano, que es un ejemplo para aquellos niños, adolescente y adultos con ojos pegados en las pantallas de celulares, conectados con nadie, evadiendo su realidad y despreciando las capacidades que les brindó la naturaleza. Ésa era la nueva que portaba aquel viejo atleta, ésa era su gran noticia y la comprendimos con todas sus letras.
Un aplauso a los pencones, mis felicitaciones por haber viajado a este agreste norte para competir consigo mismo.
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