Me pregunto si habrá más de dos edificaciones que usen ascensor en Penco. No creo que más. Bueno, porque los planes urbanos no incluyen edificios altos, salvo los dos o tres conocidos. Penco es una ciudad de extensión horizontal. Los acensores sirven muchísimo para subir con cierta comodidad a construcciones altas o para bajar a muchos niveles bajo el suelo. Pero estos equipos también tienen su lado opaco. Te puedes quedar mucho rato dentro de uno de ellos si se descompone en plena marcha. Masivamente Penco, como hemos explicado, no tiene ese problema (a Dios gracias).
Entrar en un ascensor hoy en día es compartir con más gente un espacio estrecho, similar a lo que ocurre con el metro o la micro llena, salvo que el sentido del movimiento es vertical y la permanencia a bordo es infinitamente más pequeña.
Por lo general en un ascensor no se habla, porque como el recorrido es tan corto que no es posible saludarse ni menos hacer amigos. Y cuando dos o más van chachareando sobre algún asunto, es muy difícil captar la totalidad del cuento. Allí se dan sólo relatos truncos.
En definitiva, nuestros viajes en ascensor son brevísimos, el tiempo se mide en segundos. Fue este invento técnico el que permitió el crecimiento hacia arriba y hacia abajo de muchas zonas de las ciudades.
Antes de la creación de los elevadores, había ideas muy distintas a nuestra experiencia cotidiana de hoy. La imaginación de entonces le agregaba mucha fantasía a este medio de transporte. Fue a mediados del siglo XIX, cuando estos aparatos tomaron forma y en 1857 se instaló el primero en Nueva York. El elevador se masificaría con el paso del tiempo, como efectivamente ocurrió.
Julio Verne en su libro Paris en el Siglo XX –escrito en 1863, pero que permaneció oculto hasta 1994– habla de los ascensores a los que dio la característica de una nueva pieza de la casa. O sea, estaban el comedor, el living, la cocina, los baños, los dormitorios y los ascensores, como espacios útiles y todos habitables.
Verne imaginó que, como tales, estos espacios tenían que ser decorados. Y por eso, en su relato, los describió con muros muy bien pintados, bellos cuadros a modo de adornos, una mesita de centro y sillones alrededor. O sea, se podía hacer vida social mientras se disfrutaba del placer de subir o bajar cómodamente sentados. Ciertamente creyó que serían buenos lugares para charlas divertidas con invitados.
El escritor jamás soñó que los elevadores derivarían en espacios de tránsito forzado, sin ninguna comodidad, como si se tratara de cubículos de baños públicos.
![]() |
EN ESTE ASCENSOR vintage se observa una silla y un escritorio en su interior. Tal idea es impensable, sin duda la imagen fue hecha a propósito. |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario