viernes, julio 21, 2006

PREMIAN A PENCÓN POR LOABLE ACCIÓN HUMANITARIA


Por Nelson Palma
Conocí a José Sáez Cea, en la escuelita de Penco donde fuimos compañeros de curso en la básica. Pasaron los años y después lo vi alguna vez vestido de carabinero. Efectivamente egresó de la Escuela de Suboficiales de esa institución y se desempeñó por mucho tiempo en zonas fronterizas. Fue su personalidad y la soledad de su trabajo lejos de los centros urbanos, donde desarrolló ese sentido humanitario, esa inclinación de hacer el bien a los demás.

Por razones profesionales asistí ayer tarde a un evento de una empresa donde se entregaron premios por años de servicio y por acciones destacadas. Como parte de la ceremonia, un coro interpretó arias de de óperas bien conocidas. El locutor dio a conocer el nombre de la persona que se había hecho acreedor al premio por actuación relevante: José Sáez Cea, de Vicuña. A la distancia lo vi subir al escenario a recibir su galvano en compañía de su esposa. Era un hombre de pelo canoso. Como además concurrieron otras personas a felicitarlo, me distraje y no seguí la escena con atención.

Pero, sí escuché la historia narrada por el locutor: José se ganó el premio porque había salvado a una niña de la muerte. La dramática situación que enfrentó Sáez fue la siguiente: los padres de la menor aquejada de fiebre se la entregaron moribunda en el policlínico del valle del Elqui, donde trabaja. Se la pasaron por la ventana. José la recibió cianótica, ya sin latidos. La tendió en una camilla, le hizo masajes de reanimación cardíaca y respiración boca a boca. Lo intentó cuatro veces. Él creyó que la niña no reaccionaría, que moriría, pero en el último intento ella se movió y lentamente recobró sus colores. Gracias a estas técnicas de urgencias aplicadas con fe y con cariño, la menor revivió y de ahí la derivaron al hospital, donde finalmente se recuperó.

Cuando terminó la ceremonia de ayer me acerqué a este señor y ahí lo reconocí. Él era el mismo José Sáez, mi compañero de escuela en Penco. Sin embargo, para estar bien seguro le pregunté:

-- ¿Usted es de Penco?.

--Nacido y criado en Penco--, me respondió con amplia sonrisa.

En seguida le dije sin solemnidad y de tú a tú:

--Nosotros fuimos amigos en Penco. Fuimos compañeros de curso. ¿Te acuerdas?

--Me pareces una persona conocida--, me respondió no con mucha certeza.

Lo abracé, le estreché la mano y lo felicité por el premio y por la alegría de reencontrarlo. Me retribuyó con una sonrisa más amplia aún.

Para mí, lo importante fue que un muchacho pencón recibiera un reconocimiento público en Santiago por su sentido de humanidad y por su corazón grande dispuesto a servir a los demás. Sentí emoción y me alegré por la personalidad de este hombre de nuestro pueblo sureño, quien luego de la ceremonia, regresó a Vicuña, la localidad donde vive y donde es una persona muy querida por todos.

(En las fotos: a la derecha José Sáez Cea de antes, en mi escuela; y arriba, hoy premiado en Santiago.)

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