El súbito temporal de verano cambió el sentido de las olas, agitó las corrientes marinas de la bahía y produjo los resultados que algunas familias penconas esperaban: que la marea arrojara a la playa el pelillo. Por eso, muy temprano Zunilda Barrales Urra (en las fotos) bajó del cerro donde vive y se dirigió a la playa frente a la Planchada, el mejor lugar para recoger esa alga en abundancia.
Zunilda admite que el mal tiempo le hizo un favor, dejar al alcance de su mano un recurso que ella vende y así ganar algún dinero.
--Me pagan a sesenta pesos el kilo de pelillo mojado. Claro que es fácil sacarlo, pero el comprador exige que se lo entreguemos limpio. De allí que una vez que he sacado una buena cantidad a la playa, lo limpio, le quito las algas que no sirven y los llevo a la venta.
--¿Y no sería más rentable venderlo seco?--, preguntamos a Zunilda.
--Secarlo toma tiempo, tal vez un día entero aquí en la playa. Es cierto que pagan más, doscientos cincuenta pesos el kilo, pero yo no confío de las pesa.
Uno de los poderes compradores de pelillo, instalado en una casa junto a la playa, frente a la calle Yerbas Buenas, es conocido como el Chany y al parecer no se ha ganado toda la confianza de sus proveedores, quienes no le creen mucho cuando él dice “esto pesa tanto…”
El pelillo fue un recurso depredado casi hasta su extinción por recolectores artesanales e industriales en la década del sesenta, quienes lo arrancaban de raíz del fondo arenoso, a diferencia de Zunilda que recoge aquel que bota la ola. Aparentemente, esa alga generosa y apreciada, de color marrón intenso en forma de red de pesca, ha vuelto a crecer en el lecho marino poco profundo de Penco.
Zunilda tiene claro para qué está trabajando en la playa de La Planchada:
--Con este trabajo gano seis mil pesos diarios, pero debo recolectar cien kilos limpios. El pelillo lo usan para fabricar champú y cremas de belleza. Este pelillo seco, en fardos, se va directo a China.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario