UN DÍA EN EL CARIBE, AMANECÍ POR PENCO
Por Iván Ramos Castro, desde Isla Margarita, Venezuela
No voy a referirme al gran sismo y posterior tsunami que asoló a nuestro Penco y otras regiones de nuestro país en la madrugada del día 27 de febrero del presente año. Los que hemos vivido este tipo de siniestros naturales, como que hemos desarrollado cierta intuición y resistencia ante este tipo de fenómenos. Estuve hasta el día 14 de febrero de este año en Penco y aparentemente nada hizo presagiar tal catástrofe. En Lirquén pude sentir un par de temblores que no pasaron desapercibidos para mi novia caribeña.- La tranquilicé diciendo que tal fenómeno era bastante común en mi país, pero que no pasaría más allá de unos cuantos meneítos. Me miró incrédula e impaciente. No hablamos más del tema. A fines de enero fuimos con la familia de mi hermana Laura a la provincia de Arauco, Acampamos por tres días cerca de Carampangue, recorrimos Llico, Tubul, Lebu, y a pesar del visible entusiasmo de los veraneantes por disfrutar de las bondades del baño marino, créanme, en ningún momento tuve la intención siquiera de remojarme mis pérfidos juanetes. Sentí en pleno verano un frío extraño que me persiguió donde fuera. Creí ser el único calambriento por aquellos parajes, pero no, muchos me manifestaron que este verano venía retrasado.. y bastante. Fui con mi negrita poco antes de nuestro regreso a Venezuela a visitar el Puerto de Talcahuano. Quedó enamorada con el Monitor Huascar, del paseo de las esculturas frente a la Ventoteca, entre ellas de "El Pez Nuestro de Cada Día", obra creada por el escultor Jorge Acosta Rada, la cual después supe que se mantuvo en su pedestal pese del devastador tsunami que hizo desaparecer a la "Ventoteca" y gran parte del centro de nuestro primer puerto militar. Tal pesadilla y tragedia nos tocó en lo profundo. Penco después del gran sacudón, a merced de las aguas, que sembrando de miedo y terror a sus habitantes, dejó en su retirada charcos de agua salobre y collares de algas sobre los escaños de la Plaza, los arcos de fútbol de la cancha de Gente de Mar y cuanto objeto o lugar afectara. El día antes de salir de mi pueblo me encontré con mi amigo "Chenko" en el cementerio, fue en el entierro de "Piti" Palma, muchacho muy conocido como deportista en su juventud y buen carácter. Me invitó a una velada de Boxeo de la recién reorganizada asociación de este deporte de la cual el es su Presidente. No pude asistir, ese mismo día partí hacia Santiago y acto seguido a la querida República Bolivariana de Venezuela. Todo esto se me atropelló en la mente, las calles que recorrí dias atrás y ahora todo fracturado o en el suelo. Los videos sobre lo acontecido impactan tanto como las "mediaguas" de emergencia ofrecidas para amparar a familias ahora sin techo. De pronto veo por este medio fotografías de los ya desaparecidos "Pabellones de Emergencia", construidos entre la calle Freire con calle Alcazar. En una de esas casas, nacieron mis hermanos Hernán y (+) Gastón, incluido el infrascrito. Que recuerde, eran nuestros vecinos la familia Salazar, y otros que no recuerdo, para mí, la casa era demasiado grande, claro, apenas caminaba, a lo sumo, me subía a una silla para mirar a través de la ventana hacia la calle. Recuerdo un inmenso desfile en donde los manifestantes portaban una escoba. Años después me enteré de que eran partidarios del General Carlos Ibáñez del Campo; serían los años 51 o 52. Frente a estos pabellones, donde ahora están la Población Perú, "Menaje Lina y la casa de nuestro amigo Chenko, existía un gran sitio eriazo donde se instalaba un gran Circo. De mi ventana veía levantarse la gran carpa, escuchaba los gritos y aplausos de los espectadores y escuchaba la música alegre y rápida de la banda circense. Cierta vez mis hermanos me llevaron hasta donde se levantaba la gran carpa, entonces un mono araña se soltó de su amarra y me brincó encima agarrándome fuertemente de una de las mangas de mi chaqueta, sin duda el animalito quería jugar, más, yo solo quería zafarme y escapar muerto de miedo. Luego el presente, las desigualdades aflorando como la espuma ante las gargantas resecas y el hambre. Ante la incertidumbre, desesperación. Todo un modelo cuestionado por la urgente necesidad de respuesta del Estado hacia una población golpeada y atemorizada. Los terremotos, los tunamis, el crudo invierno, son fenómenos con los que hemos de convivir cada cierto tiempo, nos estremecen, atemorizan, pero no nos aplastan. En medio de todo, cuestionar para mejorar y recordar para vivir y así poder conciliar el Penco de ayer con el de hoy; el Penco de una época en donde ante el desastre, el gobierno del Frente Popular del Presidente Pedro Aguirre Cerda, acudió solidario ante la necesidad de viviendas tras el terremoto de 1939 con techos dignos para el pueblo y ahora, ante un 2010 también espantosamente trágico, la respuesta gubernamental es aun "a mediaguas". Atrás queda mi país, aquel que mi compañera observara como "un país sin ranchos" (casas callampas). Para los más jóvenes, esta experiencia les hizo sentir y apreciar nuevas sensaciones, nuevos sonidos, consecuencia del refugiarse y pernoctar en los cerros. La oscuridad de la noche, los sonidos del bosque y el nuevo amanecer, como catarsis obligada y a la vez necesaria, para enterrar la lanza y forjar el arado con el acero de la espada. Un día en el Caribe amanecí por Penco.
No voy a referirme al gran sismo y posterior tsunami que asoló a nuestro Penco y otras regiones de nuestro país en la madrugada del día 27 de febrero del presente año. Los que hemos vivido este tipo de siniestros naturales, como que hemos desarrollado cierta intuición y resistencia ante este tipo de fenómenos. Estuve hasta el día 14 de febrero de este año en Penco y aparentemente nada hizo presagiar tal catástrofe. En Lirquén pude sentir un par de temblores que no pasaron desapercibidos para mi novia caribeña.- La tranquilicé diciendo que tal fenómeno era bastante común en mi país, pero que no pasaría más allá de unos cuantos meneítos. Me miró incrédula e impaciente. No hablamos más del tema. A fines de enero fuimos con la familia de mi hermana Laura a la provincia de Arauco, Acampamos por tres días cerca de Carampangue, recorrimos Llico, Tubul, Lebu, y a pesar del visible entusiasmo de los veraneantes por disfrutar de las bondades del baño marino, créanme, en ningún momento tuve la intención siquiera de remojarme mis pérfidos juanetes. Sentí en pleno verano un frío extraño que me persiguió donde fuera. Creí ser el único calambriento por aquellos parajes, pero no, muchos me manifestaron que este verano venía retrasado.. y bastante. Fui con mi negrita poco antes de nuestro regreso a Venezuela a visitar el Puerto de Talcahuano. Quedó enamorada con el Monitor Huascar, del paseo de las esculturas frente a la Ventoteca, entre ellas de "El Pez Nuestro de Cada Día", obra creada por el escultor Jorge Acosta Rada, la cual después supe que se mantuvo en su pedestal pese del devastador tsunami que hizo desaparecer a la "Ventoteca" y gran parte del centro de nuestro primer puerto militar. Tal pesadilla y tragedia nos tocó en lo profundo. Penco después del gran sacudón, a merced de las aguas, que sembrando de miedo y terror a sus habitantes, dejó en su retirada charcos de agua salobre y collares de algas sobre los escaños de la Plaza, los arcos de fútbol de la cancha de Gente de Mar y cuanto objeto o lugar afectara. El día antes de salir de mi pueblo me encontré con mi amigo "Chenko" en el cementerio, fue en el entierro de "Piti" Palma, muchacho muy conocido como deportista en su juventud y buen carácter. Me invitó a una velada de Boxeo de la recién reorganizada asociación de este deporte de la cual el es su Presidente. No pude asistir, ese mismo día partí hacia Santiago y acto seguido a la querida República Bolivariana de Venezuela. Todo esto se me atropelló en la mente, las calles que recorrí dias atrás y ahora todo fracturado o en el suelo. Los videos sobre lo acontecido impactan tanto como las "mediaguas" de emergencia ofrecidas para amparar a familias ahora sin techo. De pronto veo por este medio fotografías de los ya desaparecidos "Pabellones de Emergencia", construidos entre la calle Freire con calle Alcazar. En una de esas casas, nacieron mis hermanos Hernán y (+) Gastón, incluido el infrascrito. Que recuerde, eran nuestros vecinos la familia Salazar, y otros que no recuerdo, para mí, la casa era demasiado grande, claro, apenas caminaba, a lo sumo, me subía a una silla para mirar a través de la ventana hacia la calle. Recuerdo un inmenso desfile en donde los manifestantes portaban una escoba. Años después me enteré de que eran partidarios del General Carlos Ibáñez del Campo; serían los años 51 o 52. Frente a estos pabellones, donde ahora están la Población Perú, "Menaje Lina y la casa de nuestro amigo Chenko, existía un gran sitio eriazo donde se instalaba un gran Circo. De mi ventana veía levantarse la gran carpa, escuchaba los gritos y aplausos de los espectadores y escuchaba la música alegre y rápida de la banda circense. Cierta vez mis hermanos me llevaron hasta donde se levantaba la gran carpa, entonces un mono araña se soltó de su amarra y me brincó encima agarrándome fuertemente de una de las mangas de mi chaqueta, sin duda el animalito quería jugar, más, yo solo quería zafarme y escapar muerto de miedo. Luego el presente, las desigualdades aflorando como la espuma ante las gargantas resecas y el hambre. Ante la incertidumbre, desesperación. Todo un modelo cuestionado por la urgente necesidad de respuesta del Estado hacia una población golpeada y atemorizada. Los terremotos, los tunamis, el crudo invierno, son fenómenos con los que hemos de convivir cada cierto tiempo, nos estremecen, atemorizan, pero no nos aplastan. En medio de todo, cuestionar para mejorar y recordar para vivir y así poder conciliar el Penco de ayer con el de hoy; el Penco de una época en donde ante el desastre, el gobierno del Frente Popular del Presidente Pedro Aguirre Cerda, acudió solidario ante la necesidad de viviendas tras el terremoto de 1939 con techos dignos para el pueblo y ahora, ante un 2010 también espantosamente trágico, la respuesta gubernamental es aun "a mediaguas". Atrás queda mi país, aquel que mi compañera observara como "un país sin ranchos" (casas callampas). Para los más jóvenes, esta experiencia les hizo sentir y apreciar nuevas sensaciones, nuevos sonidos, consecuencia del refugiarse y pernoctar en los cerros. La oscuridad de la noche, los sonidos del bosque y el nuevo amanecer, como catarsis obligada y a la vez necesaria, para enterrar la lanza y forjar el arado con el acero de la espada. Un día en el Caribe amanecí por Penco.
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