viernes, junio 29, 2012

EL CANTANTE DE TANGOS QUE RESPONDIÓ A LA ADMIRACIÓN DE PENCO


Alberto Castillo fue un cantante de tangos y actor argentino, hijo de inmigrantes italianos y cuyo nombre era Alberto Salvador de Lucca. Comenzó su carrera artística a finales de los años treinta y en los cuarenta filmó su primera película. En Chile alcanzó fama en los cincuenta y los sesenta. Muñeca Brava, Medallita de la Suerte, Con Permiso Soy el Tango y otros títulos catapultaron su popularidad. En Penco, Alberto Castillo tenía imitadores, porque eran los años del boom de los tangos. A Alberto Castillo se lo consideraba una leyenda de ese género musical.

Hasta que un día de verano, seguramente en 1959, Alberto Castillo, acompañado de su slogan: El cantor de los cien barrios porteños, apareció en Penco. Efervescencia popular en todos los ámbitos pencones. Y las radios de Concepción avivaban la cueca. “El mejor intérprete de tango del presente actúa esta noche en Penco…” Los llamados los emitían las radios Simón Bolívar, Araucanía, Cóndor, El Sur, Almirante Latorre de Talcahuano (porque entonces Penco no tenía radioemisora).
Alberto Castillo en actuación (Youtube).
La enorme popularidad de Castillo y el reforzamiento mediático radial que además difundía sólo canciones del artista en la hora de mayor sintonía, tuvo sus consecuencias: El gimnasio de Fanaloza vendió todas sus localidades en cuestión de horas. En el recinto locero no cabía ni una aguja, centenares de personas se aglomeraron en los alrededores para ver la remota posibilidad de entrar. Imposible. Una hora antes del show, el automóvil del artista llegó a Penco. La estrella venía con su séquito de músicos y sus servicios de seguridad. Los fanáticos sin opción de ingresar que estaban afuera lo aplaudieron, hecho que no pasó inadvertido al famoso cantante. Alberto Castillo miró a la gente mientras cruzaba un puente peatonal de fierro instalado entonces frente a la puerta del gimnasio.

Durante su actuación, más gente siguió acercándose al lugar para verlo pasar a la salida, al menos. Luego de dos horas afuera del gimnasio se oyó el interminable aplauso del público que despedía agradecido a la estrella del tango argentino. Veinte minutos después el cantante y su séquito aparecieron en la puerta que da al río. La gente que lo esperaba en la calle comenzó a vitorearlo calurosamente.

Rodeado de los suyos Alberto Castillo comenzó a cruzar el puente peatonal para dirigirse al automóvil que lo esperaba con el motor en marcha en calle Penco. Y allí ocurrió algo inesperado tanto para quienes lo aplaudían como para quienes lo acompañaban. Alberto Castillo se detuvo al final de puente. Miró a su alrededor y vio y escuchó los vítores. Acto seguido levantó las manos y pidió calma. La multitud enmudeció. Cerca de la medianoche se produjo un silencio absoluto. No lejos se oía el rumor de las olas del mar rompiendo en la playa. Alberto Castillo miró al cielo, infló el pecho y se puso a cantar: “Medallita de la Suerte que te llevo desde niño, es tan grande mi cariño como el miedo de perderte…”

Sin acompañamientos ni micrófono cantó la canción completa. Nunca en Penco se había dado un hecho de esta naturaleza, que una estrella del disco y del cine respondiera con tanto amor y espontaneidad a la admiración de su público que no había logrado ingresar al gimnasio de Fanaloza.
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Alberto Castillo nació el 7 de diciembre de 1914 en Buenos Aires y falleció el 23 de junio de 2002 a la edad de 87 años. Está sepultado en el cementerio de La Chacarita en la capital trasandina.

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