domingo, junio 17, 2012

FAMILIAS PENCONAS SE FUERON AL FIN DEL MUNDO

         El llamado del presidente Ibáñez se escuchó también en las calles de Penco y seguramente decía algo así: “se necesitan chilenos esforzados para colonizar la zona de Aysén”. De ese modo se expresaba una política de estado que venía de fines del siglo XIX y que cobró nueva fuerza durante el segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958).
Colonos en Río Baker (Wikipedia)

     El desafío era tema de conversaciones entre las familias penconas de esos años. Por algún motivo esta iniciativa la habían adoptado algunas congregaciones evangélicas y, por tanto, los hermanos pedían mayor información y tiraban líneas. La propuesta de la política implicaba trasladar a las personas al sur, instalarlas, dotarlas de animales de labranza y esperar a que echaran raíces allí. De por medio estaba la opción de obtener terrenos gratis con bosques, ríos y mar. Así el futuro sería más promisorio que seguir viviendo en Penco en condiciones precarias. Pero, lo que no se decía era que el gobierno dejaría a las nuevas familias de  colonos a la que te criaste en esas soledades.
     Supe de gente en Penco que se entusiasmó y se enganchó por irse a colonizar. Algunos tomaron el asunto como un largo paseo sin tener una verdadera vocación de colonos, esto es cuero duro para enfrentar largos inviernos abandonados en el fin del mundo. En mi entorno se hablaba de las familias tal o cuál que habían decidido dejar Penco para instalarse en Puerto Cisnes, Puyuhuapi, Mañihuales, Queulat y otros lugarejos exóticos para esos tiempos a los que sólo se accedía por mar o vía fluvial. 
      Antes de partir había que tener claro el aislamiento absoluto en que deberían vivir en esa zona. La promesa a cambio era hacerse de riqueza con la crianza de animales o la explotación forestal a costo cero con el apoyo del estado. Para los pencones valientes decididos a partir, el cambio de vida sería radical. Y fue ese temor el que a última hora hizo que muchas personas se echaran para atrás a pesar que Aysén hubiera sido la nueva California.
       Y los que se decidieron partieron. Por años no se supo más de ellos, quedando en Penco los recuerdos y la clásica pregunta: ¿Cómo estarán?
       A la vuelta de un par de años hubo quienes regresaron a rehacer sus vidas en Penco y para contar historias de privaciones, soledades y abandono. Otros, hicieron de tripas corazón y se quedaron para siempre. Por eso, creemos que muchos pencones deben ser los ancestros de las nuevas generaciones de ayseninos.

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