domingo, junio 03, 2012

RAÚL OLIVEROS: UN PENCÓN DEL ALMA


Don Raúl Oliveros nos recibió en su casa.
En un frío día de fines de mayo, Raúl Oliveros Díaz me recibió en su casa de calle Alcázar, ubicada a tres cuadras de la cancha de Gente de Mar, su barrio de siempre donde nació –entre Infante y Alcázar-- hace 82 años (el 29 de abril de 1930) y donde se crió y formó en el seno de una laboriosa familia de pescadores. Tal vez por eso, la expresión gente de mar reúne en él su sentido más profundo. Don Raúl tiene a Penco bajo la piel porque su vida reúne la experiencia de los duros trabajos en la pesca y en el muelle de Lirquén como estibador. Pero, también ha sabido de aplausos en los escenarios populares pencones donde ha exhibido su arte para ejecutar el acordeón de botones, habilidad desarrollada en esforzadas prácticas guiadas por su tío Felipe Díaz en sus años de adolescente.
Luis Oliveros en guitarra y Raúl Oliveros en acordeón posan en la plaza de Penco (1942).

Brindis fraternal de los hermanos Oliveros en el legendario bar Capri, de Penco.

Raúl Oliveros es conocido en todos los rincones de Penco, Cerro Verde y Lirquén porque integró grupos musicales que difundieron tangos, boleros y cuecas bravas en fiestas y reuniones sociales a lo largo de años.

Paseo por la playa de Penco en los cincuenta, de izquierda a derecha: Franci "el coño", Víctor Oliveros (padre de don Raúl), Torres (de corbata, compadre de don Víctor) y "Pocho" Nova junto a otros dos amigos.

En mi breve reunión con él en su casa, donde revisamos fotos en blanco y negro de entonces que él guarda en sus álbumes familiares, recordó su juventud trabajando en las labores de pesca junto a su padre y su hermano. Su bote regresaba a puerto de madrugada, junto a la cancha de Gente de Mar, con el producto de la entonces abundante pesca en la bahía, para enseguida, limpiar y charquear la pescada, secarla al sol y venderla disecada. La pescada seca es un ingrediente de excelencia para caldillos reponedores en los fríos inviernos de Penco. Don Raúl lamentó la actividad extractiva que vino después y que terminó con la abundancia de la merluza. Nos dijo: “La extracción del pelillo terminó con los peces, porque en esas praderas submarinas desovaban y se reproducían los róbalos, las corvinillas, las merluzas, los bagres. Como eso se terminó, la pesca sufrió las consecuencias. Una lástima”.
La familia Oliveros en plena actividad charqueando pescada para secarla a la llegada de los botes en la playa de Gente de Mar, años cincuenta.

Y si de trabajo se trata, don Raúl también recordó sus años como estibador en el muelle de Lirquén. “Se trabajaba duro, especialmente descargando buques con azúcar para la refinería. Entre dos estibadores enganchábamos los sacos y los colocábamos sobre las bandejas las que eran izadas desde las bodegas de los buques al muelle. Los sacos que provenían del Perú eran más livianos que los cubanos. Estos últimos pesaban 120 kilos.”
Estibadores en la cubierta de un buque en Lirquén. De izquierda a derecha: Faúndez, Guillermo Betancur "Cuco", "Cachito" Díaz, Luis Díaz, el arquero Jara (atrás), "Tarro" Díaz, Felipe Díaz, Raúl Oliveros, "Chicaco" Jara y el "lotino" Vidal. La foto, de los años cincuenta la captó Mario Delva.

Las historias y los chascarros ocurridos en la actividad de carga y descarga de buques en Lirquén es tema de otro post, porque tenemos un segundo encuentro pendiente con don Raúl. Dos días después de esta conversación en su casa, la Municipalidad de Penco le entregaba una distinción a su trayectoria como artista popular local.

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