El mítico gimnasio locero, escenario de tanta historia pencona. |
Eran tiempos de fines de la
década de los 40, en que la población de Penco contaba centralmente con tres
atractivos: su magnífica playa, como balneario exquisito en verano; las
películas que exhibía el teatro de la Refinería y el gimnasio de la Fanaloza o quizás
del Sindicato de ese núcleo fabril.
No tengo un recuerdo nítido
de ese local con muchas actividades deportivas que seguramente las había, sino
más bien como lugar en que se presentaban artistas de moda, como el caso del
renombrado Alberto Castillo, ya muy bien abordado en este blog anteriormente.
"Aquellos Ojos Verdes", Los Indios Tabajaras.
Otros artistas importantes
de esos tiempos, fueron Los Indios Tabajaras, de Brasil, vestidos a la usanza
de su etnia con multicolores atuendos, incluídas plumas de exóticas aves
amazónicas, según decía el comentario.
Los Ruiseñores de España,
fue otro famoso grupo que se presentó en el local de la Fanaloza en esos años.
Escuché decir que también Pedro Vargas, el "Rey del Bolero", habría
actuado allí mismo, en Penco.
Versión de Los Churumbeles de
España de "Doce Cascabeles".
Eran los tiempos de la
post-guerra civil española ganada por las huestes de Franco y costaba
explicarse la exacta razón del porqué de la buena acogida de la música y de
artistas hispanos en un Chile gobernado por los radicales liderados por Gabriel
González.
La cuestión es que las
coplas, marchas y sones taurinos, eran cosa casi habitual en las emisoras que
se captaban en Penco, ritmos que se enraizaron en el gusto popular.
De modo que también "Los Ruiseñores de España" eran muy conocidos con sus tonadillas "Doce Cascabeles", "Islas Canarias" y varias otras. El grupo actuó con gran éxito en Penco. Lo integraban unos cinco músicos y cantantes, que se presentaban en el escenario vestidos a la usanza asturiana o de alguna otra región peninsular, con boinas, chaleco sin mangas tipo bolero sobre una camisa blanca, medias de lana sobre una especie de zapatillas livianas, con mucha gracia y habilidad para la música de su repertorio que el público aplaudía y coreaba a menudo.
En el caso de "Los
Indios Tabajaras", provenientes de Brasil, su repertorio incluía algunos
boleros de éxito y varias piezas en que sus dos integrantes demostraban su
virtuosismo en la guitarra y el arpa, incluyendo páginas de origen guaraní como
"El Pájaro Chogüí" , y "Pájaro Campana", además de algún
tema clásico como un vals del mismísimo Chopin, en arreglo para sus
instrumentos, naturalmente.
Bueno, en el comienzo decía
que pocas veces me tocó ver en el gimnasio locero alguna actividad deportiva,
pero claro está, es imposible dejar de mencionar la exhibición que brindara el
ídolo nacional, el crédito boxeril nacional, el gran Arturo Godoy, campeón
chileno y sudamericano de todos los pesos, desafiante del título máximo del
mundo en dos oportunidades en manos del invencible morocho estadounidense Joe
Louis en su propia tierra.
Godoy, el chileno, frente a Louis. 1940, N.Y. |
Arturo Godoy, oriundo de
Iquique, como no, la "Tierra de Campeones", elevó su enorme figura a
planos superiores de las hazañas del deporte nacional. Es posible que sólo el
mosca Martín Vargas lo haya podido superar, con sus disputas casi incontables
de cetros mundiales, sin que tampoco llegara a conocer el éxito.
Arturo Godoy vs Joe Louis en Madison Square
Garden, Nueva York.
El campeón chileno de peso
pesado, llegó a Penco en el ocaso de su carrera, cuando tenía unos 35 ó 36
años, cuando sus hazañas frente al inexpugnable Joe Louis, de principios de la
década, exactamente en 1940, habían pasado a engrosar la leyenda, el mito en
toda la población del país.
El chileno luchó contra el
llamado "Bombardero de Detroit" en dos oportunidades de manera
oficial, por el título, y después, en Santiago en una exhibición con
"guante blanco" para la galería, para los aplausos y ...sobre
todo...para la taquilla.
Parecida sino idéntica fue
su actuación en Penco en los 46-47. El ídolo chileno se presentó ante el
campeón peso máximo del país de ese tiempo, Víctor Bignon.
Como sería el carácter no
competitivo del "choque" que, si mal no recuerdo, ambos se pusieron
los guantes en el escenario del recinto, no en un ring propiamente tal, aunque
eso sí, luciendo riguroso atuendo pugilístico.
La cuestión es que Godoy y
su "sparring" Bignon, hicieron unos tres rounds, recibieron el
aplauso y, más que eso, la ovación de un público que por momentos parecía
extasiado rugiendo de júbilo y admiración.
Guardo la imagen de los dos
colosos, sobre todo de mi favorito como el de miles, Arturo Godoy, de quien
sabía por los diarios de sus proezas ante Joe Louis, como si tratara de dos
enormes osos blancos. Parecía que si de repente, olvidando el libreto pienso
hoy, se hubiesen tocado con poca pulcritud, sencillamente el gimnasio se habría
venido abajo.
Tal era la corpulencia, la
estatura, el peso de los contendores. Eran dos gigantes, era nuestro gran
Arturo Godoy, allí, a sólo pocos metros de nuestra ubicación. No se podía
creer, parecía como si fuera un sueño.
No en vano, Godoy en su
primer desafío ante Louis había perdido sólo por puntos, en decisión dividida
por dos a uno de los jueces. No había boxeador capaz de aguantar las 15 vueltas
parado sobre sus zapatillas en el ring cuando enfrentaban al
"Bombardero", poseedor de un verdadero martillo en sus puños, que le
permitían ganar rápido por nocáut, sin extremar mucho sus recursos boxísticos.
Arturo pesaba unos 90 kilos, con cerca un metro 90 de estatura, pero se veía
algo disminuído ante el gigante de ébano que era Louis.
Nuestro compatriota no sólo
resistió los 15 rounds en ese primer desafío sino que estuvo en "un
tris" de igualar la lucha.
Para ello, le fue clave al
iquiqueño mantener contra viento y marea la táctica de boxear muy agachado, lo
que desconcertó y molestó a Louis, de mayor estatura, a quien le fue imposible
"calzar" al chileno quien se las arregló incluso para meter varios
ganchos y jabs al moreno de Estados Unidos.
En el combate de revancha,
también en tierras de norteamérica, Arturo Godoy salió con su proverbial
valentía pensando quizás que ahora a lo mejor le acertaba un golpe a Louis y lo
mandaba al camarín en calidad de bulto.
Por eso fue, dicen las
crónicas, que el chileno se envalentonó demasiado y desoyó los gritos de su
rincón, de sus entrenadores, que se oían en todo el enorme recinto.
"Agáchate, Godoy...agáchate, Godoy...agáchate, te digo...", que rondó
durante todo lo que duró el pleito.
El iquiqueño no escuchaba, o
si lo hacía, su valentía y su coraje proverbiales no le permitieron dejar pasar
la oportunidad de noquear al campeón del mundo. No obedeció a su rincón, se
irguió en varios pasajes y entonces fue cuando las ilusiones, las esperanzas de
todo un país se vinieron al suelo junto con el propio crédito nacional: Arturo
Godoy recibió en una de esas un mortífero gancho de derecha de Louis justo en
la barbilla y se fue a besar la lona, como decían los cronistas del boxeo.
Muchos años después, me tocó
divisar a Arturo Godoy en el Paseo Ahumada capitalino. Imponente, de traje de
verano blanco, como era su costumbre, pañuelo de color en la chaqueta y una
figura que haría sonrojar a algunos musculosos de la farándula de hoy. Recuerdo
que los transeúntes se detenían a mirarlo, algunos a saludarlo y otros
sencillamente a aplaudirlo.
Los pencones pueden decir
entonces que el gran campeón Arturo Godoy, estuvo en Penco y quienes tuvieron
la suerte de verlo en acción seguramente sintieron la emoción de tener muy
cerca de sus ojos a una verdadera y legítima leyenda deportiva del país, cuando
su gloria aún no se opacaba por el paso del tiempo y la distancia.
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