sábado, junio 08, 2013

EL LICEO VESPERTINO DE PENCO: OBRA DE MAESTROS EJEMPLARES

Cuando en Penco no había un establecimiento de enseñanza media, a los egresados de la básica no les quedaba más opción que trabajar o vagabundear. Sólo los más afortunado podían buscar una matrícula en algún liceo o colegio de Concepción. Entonces, a finales de los años cincuenta (1950) esa carencia era demasiado evidente y el estado hacía poco o nada por remediarla. La ciudad crecía y con ello más jóvenes iban quedando a la zaga en su formación educativa. Fue la iniciativa de un grupo de educadores de Penco, conscientes de esa realidad, la que dio a la ciudad el primero de estos establecimientos: el Liceo Vespertino de Penco (LVP).
Hay que mencionar profesores como Jorge Bustos, Servio Leyton, Rosauro Montero y su hermano Pedro, los abogados Gustavo y Gastón González Parada y Luz Irene y Claudio Contreras quienes aunaron voluntades, se atrevieron, dieron el salto al vacío y crearon el LVP el que comenzó a funcionar primero en la escuela N° 31 (junto al antiguo mercado)  y después en la N° 69 (en el recinto de la Refinería). Desde el mismo comienzo la matrícula estuvo completa hecho que demostró la necesidad de un liceo en forma para Penco.
Fachada del Liceo Pencopolitano en la actualidad.
Es posible que hayan sido dos las razones de por qué fue vespertino. La primera, se debió a la falta de un local con dedicación exclusiva, por eso había que usar la capacidad instalada de ambas escuelas en horario fuera de uso regular. Y la segunda razón  fue el equipo docente, el mismo que impartía enseñanza durante el día, prolongaba su jornada hasta las 22:00 horas cada vez. No había profesores con dedicación completa. Abogados destinaban horas adicionales a sus labores incorporándose como profesores de enseñanza media o secundaria. El equipo docente lo complementaban estudiantes de Pedagogía de la Universidad de Concepción. Algunos de ellos y ellas eran Cathya y Sandra Salazar, Arnoldo Careaga, Alfredo Barría y otros. También se sumó un ingeniero químico de Fanaloza, Juan Arroyo.

No es difícil imaginar la enorme responsabilidad que este grupo de entusiastas educadores de Penco se echó sobre sus espaldas:  gestionar un liceo. Los recursos eran mínimos y los honorarios no existían. Pero, el liceo funcionaba cinco días a la semana desde las 18:00 horas hasta las 22:00. Como no tenía reconocimiento oficial, los alumnos del LVP debíamos rendir exámenes en liceos formales de Concepción, indistintamente en el Enrique Molina o en el Fiscal de Niñas. Había que esforzarse el doble con los estudios porque las comisiones examinadoras eran rigurosas. Los estudiantes de LVP éramos “extranjeros” frente a esos examinadores desconocidos, con todas las desventajas que ellos implicaba.  Así que la “mortandad” académica tenía un coeficiente altísimo.
En el LVP había alumnos de todos los sectores de Penco, Lirquén, Cerro Verde y Cosmito. Esas noches de aguaceros inclementes, los jóvenes de Cerro Verde se concertaban para regresar en grupos a sus casas, caminando a oscuras por la línea férrea para llegar a sus domicilios. Los de Lirquén tenían más suerte: corrían buses pero en horarios muy espaciados. Esperar transporte en la plaza pencona acurrucados bajos los árboles ya era un reto. Muchos profesionales de hoy estudiaron un par de años en el LVP. Y es seguro que ellos no olvidan la experiencia y reconocen el esfuerzo de aquel equipo docente admirable. Tal fue el embrión del liceo en forma que vino después y que hoy se llama Pencopolitano.

NOTA DE LA EDITORIAL:

La profesora de inglés Luz Irene Contreras, quien de muy joven enseñó en el LVP, nos ha enviado la siguiente nota, hecho que agradecemos sinceramente:

"Gracias Nelson por tu lindo recuerdo sobre el liceo Vespertino y sus profesores.
Después de 35 años de trabajo, guardo los mejores recuerdos de uds. nuestros alumnos, que a pesar de mi edad (18 a 21 años), siempre encontré respeto y mucho interés en aprender y superarse. Algunos casi niños y otros que ya trabajaban incluso mayores que sus profesores.
Como no recordar a un alumno muy bueno pero con una pronunciación pésima (inglés), a quien le dije que tenía que aprobar el examen escrito sino en el oral le iría mal. ¡Se sacó un siete! Naturalmente no dio oral y respiré tranquila. Con este niño hoy hombre nos encontramos de vez en cuando y nos abrazamos con mucho cariño.
Es hermoso y gratificante saber que nos recuerdan agradecidos, no hay que olvidar que no recibíamos ningún pago o estímulo por las clases (por amor al arte). Todos éramos amigos si faltaban profesores traíamos compañeros de la U. o amigos como Mario e Iván Villafañe. Podría contarte tantas cosas, pero temo que te puedo aburrir.
Un abrazo,
Luz Irene"
 

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