jueves, julio 04, 2013

AQUEL OLEAJE NOCTURNO DEL MAR EN PENCO


Foto creada para ilustrar esta historia pencona.

         En las noches frías y quietas de invierno, en Penco se escuchaba el rumor de las olas reventando en la playa. Las marejadas que se registraban en el silencioso frío nocturno despertaban a cualquiera. Pero, ese ruido familiar no importunaba por mucho rato, el sueño volvía quieto y sin aviso hasta el despertar del día siguiente.
         Un par de meses antes del terremoto del 27 de febrero de 2010 recibí un mail de una dama avecindada en Tomé quien me decía que quería saber de parientes suyos en Playa Negra donde ella se había criado. Lamentablemente extravié esa nota y no la he vuelto a recuperar. Ella hacía mención a esto de la braveza del mar. Me decía que su casa muy bonita estaba en la playa. A partir de ese dato hice consultas, me dijeron que en el sector donde se encuentra la Compañía Sudamericana de Fosfatos existió una casa muy bien tenida que era ocupada por el administrador de Cosaf, un señor de apellido Simián. Es probable que se haya tratado de don Eduardo Simián Gallet, ex arquero profesional de Universidad de Chile, quien se habría desempeñado en Penco por algún tiempo. A lo mejor se trataría de esa casa.


         Pero, vuelvo sobre la comunicación de esa dama tomecina que me hacía referencia a su experiencia en la casa de Playa Negra. Ella me decía que de niña, sus familiares le habían asignado el dormitorio que daba a la playa. De manera que en las noches ella apartaba la cortina y podía ver el mar moviéndose al compás de su rutina natural. Y que en la distancia, titilaban las luces de Talcahuano. Hasta ahí todo iba bien, simpático. El problema se le presentaba cuando se producían estas marejadas nocturnas que mencionábamos, afortunadamente de tono menor en Penco, pero no por ello menos notorias. En su nota me añadía que en esas circunstancias no podía conciliar el sueño,  porque junto con el ruido continuo e intermitente del mar, ella creía sentir cómo la fina lluvia producida por el entrechocar de las olas golpeaba suavemente contra su ventana.



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