Penco visto desde el mirador de Los Pinos. |
Ojalá que este texto ayude a comprender a las generaciones
futuras algunos usos personales que se practicaron en Penco en el siglo XX por circunstancias ajenas a la gente y por tanto difíciles de controlar en forma
individual. Por ejemplo, la disponibilidad de agua potable era un problema. En
los años cincuenta y sesenta la red pública tenía poquísima presión. Cuando
esta situación se hizo más crítica, los barrios de la comuna disponían de agua
sólo algunas horas al día. En consecuencia, si bien las casa tenían duchas ─no
todas─, el flujo era tan escaso que el agua difícilmente subía en los baños
como para generar una lluvia. Entonces el aseo personal era un desafío.
No toda la gente podía ducharse todos los días del año. La
levantada de los niños era lavarse las manos, la cara, una peinada rápida y a la calle. Las
duchas esperaban hasta los fines de semana. Cuál era en consecuencia el
resultado de esta limitante: que la piel no se liberaba de la suciedad y ésta
se adhería e iba juntando: grasa corporal y células muertas permanecían pegadas
al cuerpo dando a la piel el aspecto de manchas irregulares: zonas limpias y
las zonas sucias. Un niño se quitaba una polera, por ejemplo para usar una
camiseta de su club de fútbol y exhibía estas manchas en el pecho, en el
vientre o en la espalda. A esto la gente llamaba «piñén», palabra que no figura
en ninguno de los diccionarios que he consultado.
El «piñén» se combatía sólo con agua, jabón y rudos masajes en las zonas afectadas. Al cabo de unos minutos de aplicación de esta práctica, la piel fresca salía a la luz y el «piñén» se iba por el alcantarillado. De modo que el ejercicio se alejar el «piñén» era un reto periódico.
El problema era que el sustantivo «piñén» tenía su adjetivo: «piñiñento» que le venía justo a quien tenía la mala suerte de quedar expuesto con su piel sucia a los ojos de los demás. El epíteto volaba de boca en boca «¡piñiñento!» Por cierto que el problema sanitario de la falta de agua abundante tenía este coletazo injusto: la humillación de aquel que mostraba sin desearlo su piel ante uno o ante varios semejantes. Sin embargo, cuidado, porque quien se mofaba de otro también podía abrirse un flanco de burlas si era sorprendido él mismo con esa falta de higiene. En eso, casi todos tenían techo de cristal…
El «piñén» se combatía sólo con agua, jabón y rudos masajes en las zonas afectadas. Al cabo de unos minutos de aplicación de esta práctica, la piel fresca salía a la luz y el «piñén» se iba por el alcantarillado. De modo que el ejercicio se alejar el «piñén» era un reto periódico.
El problema era que el sustantivo «piñén» tenía su adjetivo: «piñiñento» que le venía justo a quien tenía la mala suerte de quedar expuesto con su piel sucia a los ojos de los demás. El epíteto volaba de boca en boca «¡piñiñento!» Por cierto que el problema sanitario de la falta de agua abundante tenía este coletazo injusto: la humillación de aquel que mostraba sin desearlo su piel ante uno o ante varios semejantes. Sin embargo, cuidado, porque quien se mofaba de otro también podía abrirse un flanco de burlas si era sorprendido él mismo con esa falta de higiene. En eso, casi todos tenían techo de cristal…
La falta de agua en Penco
se subsanó después cuando se hicieron obras de marca mayor para anexar
suministro a la red local desde Concepción. Testimonio de estos trabajos están en el fundo Landa, en el camino a Concepción. Ahí se pueden ver
sistemas de acopio y distribución que en los años cincuenta no existían. La
llegada de agua abundante a Penco con buena presión ayudó a alejar el fantasma
del «piñén».
1 comentario:
La palabra "piñen" se refiere a mugre o polvo pegado en el cuerpo, sobre todo en los pies. Esta palabra proviene del mapudungun "pigen" la cual se refiere a enfermedades que producen granos o rajaduras en la piel.
Excelente tu blog. Saludos!!
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