lunes, noviembre 07, 2016

BOLSAS DE HARINA QUE SERVÍAN PARA HACER ROPA EN PENCO

Las bolsas de harina flor eran de tela de algodón crudo. La gente incluía en sus pedidos en las pulperías de Penco --entre otros alimentos-- harina para hacer pan. Resultaba más conveniente comprar la bolsa quintalera completa, ideada para que su contenido durara un poco más de un mes en una familia de cuatro o cinco miembros. Así los envases se juntaban. Con ellos las dueñas de casa confeccionaban sábanas; bastaba con unir cuatro bolsas para conseguir una y ocho para dotar una cama completa. Cuando esta ropa era lavada y tendida al sol quedaban expuestos los logos estampados por los molinos de origen en tinta indeleble azul o roja. Las bolsas servían también para manteles del diario y allí sobre la mesa se veían las marcas como adornos forzados. Esas telas 100% de algodón se utilizaban además para bolsillos de pantalones y para fabricar ropa interior.
Logo de un molino de entonces. El símbolo original
actual tomado de internet fue alterado
aquí sólo para el propósito de ilustrar esta crónica.
Hablemos de calzoncillos. Las mamás los fabricaban como shorts con una pretina y tres botones en la bragueta (marrueco). Los calzoncillos sueltos, no ajustados, de los hijos de los obreros eran casi todos de ese material. Quedar en prendas menores significaba por tanto mostrar las telas de fabricación. Sin decirlo expresamente las mamás daban a entender que lo mejor sería no exhibirse en calzoncillos en ninguna circunstancia para evitar posibles burlas o malos comentarios (aún no se usaba la palabra bullying).

En nuestra patrulla de scouts teníamos un jefe muy serio y mañoso. Ocurrió en una ocasión que tuvimos que cruzar el río Andalién a la altura de Cosmito para levantar un campamento en una hermosa vega al otro lado, junto a una loma. Ese sector tenía características de parque con árboles  nativos y sauces. Para acceder debíamos atravesar el cauce, que no era hondo. Igualmente calculamos que el agua nos llegaría más arriba de la cintura, incluso los más bajitos podrían sumergirse hasta el pecho. Así que la orden fue sacarse los zapatos, los calcetines y los pantalones del uniforme. Salvo los calzoncillos. Toda nuestra ropa la metimos en los bultos y mochilas. Así sosteniendo la carga con las manos alzadas o sobre la cabeza, nos dispusimos a cruzar el Andalién y vadear en esas condiciones hasta la otra ribera. El jefe mañoso dio el ejemplo entrando al río primero. Fue entonces que los otros miembros de la patrulla observamos como su calzoncillo con el logo de un molino en la parte posterior comenzaba a desaparecer bajo el agua. Lo que más causó risa a aquellos más observadores e irreverentes fue ver a la salida del cauce que el logo de un globo terrestre con sus meridianos en tono azul del calzoncillo mojado, iba pegado a la piel de las nalgas del jefe.   

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