viernes, febrero 24, 2017

LAS MEMORIAS PERDIDAS DE TRES CANTINAS DE PENCO

Similar a esta recreación era la entrada de esa desaparecida cantina de Penco.
          Se cerró el Bar Inglés de Valparaíso y el hecho desató nostálgicos comentarios en la prensa nacional. Se cierra un bar en Penco y nadie chista. Pero, vamos a hacer un poco de justicia. El Capri, por ejemplo, de calle Freire terminó y el cierre sepultó más de cincuenta años de historia de la bohemia pencona. El bar estaba a pasos de la esquina de Maipú. Durante un tiempo tuvo una puerta de vaivén que le daba un toque ondero. Cuando uno ingresaba, la barra quedaba a la izquierda y las mesas a la derecha. El lugar era poco iluminado. Allí adentro estaban los parroquianos: trabajadores de Penco, estudiantes participando de animadas conversaciones, jugando a la brisca, golpeando las mesas con los dados y un cacho o concentrados en una partida de dominó.  Humo de cigarrillo inundando todos los espacios y aserrín en el piso durante los inviernos acentuaban la atmósfera cargada de silencios, de risas o de fuertes expresiones de júbilo. En las mesas no faltaban las botellas de cerveza o de vino, unas llenas otras semi vacías. Pocos le hacían a los tragos sofisticados y los estudiantes universitarios quedaban felizcotes con una caña de “jote”, una mezcla de bebida gaseosa y vino. Las conversaciones rondaban en torno al trabajo y al deporte. El fútbol estaba en segundo lugar, porque se hablaba más de boxeo. Rara vez había mujeres en el Capri, porque en esos tiempos fue una guarida machista. Durante un considerable período el bar fue propiedad de los hermanos Jara, Francisco y Omar. Este último,  dirigente locero y aficionado cantante de tangos, lo administró por mayor tiempo.
Una escena típica del Capri. En la pose para la foto, a la derecha Raúl Oliveros.
          Otro bar, pero de bajo perfil, fue picada de refineros y gente del ferrocarril. Tenía el curioso nombre de Newton, en la calle Chacabuco a unos cincuenta pasos de la esquina con Freire hacia la estación. Era chiquito. Parece que habilitaron una casa para convertirla en cantina. Como diríamos hoy “súper piolita” era el Newton. Algunos de sus clientes tenían la mala práctica de salir tambaleándose. Parece que los tragos allí los preparaban bien cabezones. Pocos loceros se acercaban a ese bar, era un espacio para refineros. El Newton ya no existe.
        Pero, el más pintoresco de todos fue uno que funcionó en la esquina de Yerbas Buenas con Freire antes que se construyera la población Perú. Su puerta daba justo a la esquina y era de vaivén, de estilo far west. La cantina se llamaba el Pobre diablo. Lo frecuentaban los loceros y los mineros de esos años. Las dos hojas far west se ponían muy activas a partir de las seis de la tarde. Lo malo era que algunos de sus visitantes abandonaban el recinto luego de consumir demasiado por lo que no alcanzaban a llegar a sus casas directamente. Tenían que dormir un sueñito en plena calle. Ese espectáculo poco edificante no fue extraño ni raro en Penco a mediados del siglo pasado. No puedo dar testimonio de lo que ocurría puertas adentro del Pobre diablo porque no ingresaban los niños. Sólo recuerdo que se veía un espacio oscuro más allá de las puertas de vaivén. Igualmente la cantina exhalaba ese olor mezcla de humo de cigarros y vino pipeño. Tampoco trascendieron comentarios de lo que se hablaba allí. En una oportunidad oí que dos parroquianos salieron mancornados dándose combos, riña que terminó en plena calle Freire gracias a que tuvieron que intervenir de terceros. Y después me dijeron que eso era una cosa habitual. La cantina cerró cuando la manzana Freire, Yerbas Buenas, Cochrane y Alcázar fue despejada para preparar el terreno de la nueva población Perú. Dicho grupo habitacional fue entregado en enero de 1956.

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