María Ortiz Montoya en la década de 1950. |
A los 96 años ha dejado de existir este viernes 26 de mayo
de 2017 la señora María Ortiz Montoya, una conocida vecina de Penco, dirigente
social, ex catequista, una de las fundadoras de la Falange pencona, mujer
ejemplar y afectuosa. Fue una suerte haberla conocido y disfrutar de sus innumerables y amenas conversaciones.
Si hay que mencionar a una vecina abnegada en Penco, ella
fue María Ortiz. Quienes la conocimos sabemos que dedicó los mejores momentos
de su vida a cuidar a sus hermanos dependientes: Regino, Carmelo y Juanita. Pareció
que ella nació para cumplir ese papel y así lo aceptó sin protestar. Por el
contrario, el carácter jovial y la personalidad firme fueron su impronta hasta
cuando la avanzada edad la relegó a su cama hasta el día de su partida.
Fue una persona modelo de servicio a su familia, a sus vecinos, que jamás perdió el aplomo, ni en las peores circunstancias. Recuerdo, por ejemplo, que durante el terremoto del 22 de mayo de 1960, cuando todos los vecinos estábamos sufriendo el sismo en plena calle, ella concibió la idea de tomarnos de las manos y formar un círculo como una ronda para, de ese modo controlar el equilibrio y soportar mejor la angustia que nos causaba el movimiento telúrico que parecía no terminar nunca. Estar tomados de las manos nos ayudaba a no caernos, mientras la tierra agitada se sacudía, brincaba y ondulaba caprichosamente bajo nuestros pies. Y allí estaba María, con nosotros, sin perder compostura, cálida, confiada, rezando en voz alta a la Virgen para que nosotros la siguiéramos en su letanía. En esa terrible circunstancia no la vi desesperada. A los niños nos miraba seria, humilde y serena mientras musitaba sus plegarias. Nosotros buscábamos sus ojos, su mirada maternal, y hallábamos en ella la paz en la tormenta para esos interminables momentos de temor y horror.
Fue una persona modelo de servicio a su familia, a sus vecinos, que jamás perdió el aplomo, ni en las peores circunstancias. Recuerdo, por ejemplo, que durante el terremoto del 22 de mayo de 1960, cuando todos los vecinos estábamos sufriendo el sismo en plena calle, ella concibió la idea de tomarnos de las manos y formar un círculo como una ronda para, de ese modo controlar el equilibrio y soportar mejor la angustia que nos causaba el movimiento telúrico que parecía no terminar nunca. Estar tomados de las manos nos ayudaba a no caernos, mientras la tierra agitada se sacudía, brincaba y ondulaba caprichosamente bajo nuestros pies. Y allí estaba María, con nosotros, sin perder compostura, cálida, confiada, rezando en voz alta a la Virgen para que nosotros la siguiéramos en su letanía. En esa terrible circunstancia no la vi desesperada. A los niños nos miraba seria, humilde y serena mientras musitaba sus plegarias. Nosotros buscábamos sus ojos, su mirada maternal, y hallábamos en ella la paz en la tormenta para esos interminables momentos de temor y horror.
María Ortiz. |
Fue una mujer entretenida, contaba historias simpáticas, alegres.
Si María estaba en la reunión de vecinos nadie se aburría. Era educada, fina, prudente, respetuosa.
En mis primeros pasos como reportero, la entrevisté con grabadora. Me respondió
bien, segura, animada y sonriente. El detalle de lo que entonces me dijo se
perdió en el tiempo, pero rescato sus buenas palabras, su entusiasmo para
colaborar en mis prácticas. Ella fue una
devota católica, seguidora de la Virgen del Carmen. En la iglesia hizo clases de
catecismo. En las tradicionales procesiones de Penco, cumplía todo el
circuito por las calles penconas caminando descalza, tal era compromiso con su fe profunda. Siempre decía que no le preocupaba qué iba a
hacer mañana. Eso el Señor lo sabe, comentaba con una sonrisa. Personas de su
vecindario la recuerdan por ser ella muy comunicativa, que pronunciaba bonitos
dichos del diario vivir. Reconocen en ella su enorme sentido solidario,
compartía alegrías.
En el ámbito político María perteneció siempre fiel a la
Democracia Cristiana. Quienes la conocieron afirman que fue una de las
dirigentes fundadoras de la Falange en Penco. Destacó como integrante de directivas
de juntas de vecinos. Sin embargo, en el ámbito público ella nunca recibió
reconocimientos a pesar de tener su corazón y su acción puestos en el bienestar
de los demás.
María Ortiz no era originaria de Penco. Con su familia
provenía de Santa Fe, en la provincia de Biobío. En los primeros años aquí, los Ortiz vivieron en una casa de calle Maipú entre Las Heras y Freire para
después mudarse a la población de Freire y Alcázar. Su padre fue don Pedro
Ortiz y su madre, la señora Elisa Montoya. Los Ortiz Montoya fueron ocho hermanos: Regino,
Baldomero, Victorino, Saturnino, Carmelo, Inés, María y Juanita. María se casó
siendo una mujer joven, pero su matrimonio no alcanzó a durar un año. Regresó al
hogar materno convencida que su papel en la vida tenía otro destino. Consciente
de la preocupación de su madre por el futuro de tres de los hermanos mencionados
más arriba,
ella le dijo: “no se preocupe usted, que yo he vuelto para hacerme
cargo de ellos y cuidarlos con esmero hasta el último día.” Así lo hizo
cumpliendo de este modo fielmente la promesa que le hiciera a doña Elisa. Recuerdo su sentido optimista de la vida. Es una enorme pena saber que haya partido, pero una alegría sin límites la experiencia de haberla conocido.
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Una foto de María en un cumpleaños reciente. |
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FAMILIARES Y VECINOS DIERON UN EMOTIVO ADIÓS
A MARÍA ORTIZ
A MARÍA ORTIZ
EN SU MISA Y EN SU FUNERAL
El cortejo fúnebre se detuvo brevemente frente al domicilio de María en su camino al cementerio. |
El cortejo fúnebre de María Ortiz salió rumbo al cementerio
parroquial de Penco desde la iglesia frente a la plaza pero no siguió el
trayecto habitual. Se fue por Las Heras y dobló en El Roble. El propósito
fue que ella pasara por última vez frente a su casa de la población Lord
Cochrane, donde vecinos salieron a despedirla. El funeral continuó por calle Blanco
en dirección al campo santo. Este gesto hizo recordar a muchos que cuando María
debió dejar su antigua casa en la población de emergencia –en los años
70-- fue la última vecina en mudarse a
su nueva vivienda de Lord Cochrane. Quería tanto la antigua casa de madera en
Freire y Alcázar, que no se resignaba a dejarla porque allí se quedaba una
parte importante de su vida: sus recuerdos familiares. Como insistiera en
permanecer, esa casa fue la última de los viejos pabellones en ser
desmantelada. Así finalmente María se instaló en su departamento de Lord
Cochrane y ahí vivió hasta el día de su muerte. Por eso, la pasada de su
funeral por su calle estuvo tan plena del simbolismo del apego natural de una
persona por lo que más quiere.
El funeral prosiguió por calle Blanco rumbo al campo santo. |
Ofició la misa el padre Julio Maulén Oteíza quien destacó a
la difunta como una mujer de mucha fe, entrega y cariño. La iglesia
se vio colmada de familiares y personas que asistieron a despedirla. Hubo
también allí muchos adherentes de la Democracia Cristiana. Fue una misa cantada
con la participación de Andrés Urrutia Riquelme con su voz y su guitarra. Luego
de la comunión, hablaron en el templo sus sobrinas nietas Angela Nourdin y
Cecilia Guzmán. A nombre de los antiguos vecinos de la desaparecida población
de emergencia, hizo uso de la palabra Anita Riquelme Araneda, quien dijo lo
difícil que resultaba resumir en pocas palabras las grandes virtudes de María.
Indicó que ella supo prodigar la calidez y la ternura de una madre a sus ocho
sobrinos reunidos bajo un mismo techo: Nicolás, Maruja, Jaime, Fernando,
Roberto, Miguel, María Angélica y Cecilia. Anita destacó también el amor por la
naturaleza que siempre mostró María: tenía un jardín, una huerta. Cuando iba
por una calle de Penco y pasaba frente a un jardín se detenía a admirar las
flores. Le encantaba ir a la par con el movimiento de los astros: “mañana
empieza la luna menguante”, acostumbraba a decir, por ejemplo. O vaticinaba que
iba a llover observando el halo del sol o el sentido del viento. Anita destacó
en María estas características de su persona y subrayó su notable sentido de
solidaridad para con sus vecinos, para con sus hermanos. “María fue una mujer
valiente y resignada frente al destino que le correspondió vivir”, dijo Anita
en parte de su mensaje en la iglesia. En el cementerio agradecieron a nombre de
la familia Ortiz Pablo Constanzo y Darwin Aguilera.
Este domingo 28 de mayo de 2017, con un día soleado y frío,
se cerró un capítulo en la historia vecinal del siglo XX de Penco con la
despedida en el cementerio local de una mujer memorable, de bajo perfil, de
acción, de fe, digna, de cariño inmenso por quienes le rodearon. Las personas
que la acompañaron en el adiós y que estuvieron con ella hasta el final, como
fue el caso particular de Alejandra Lema y sus hijos Elisa y Darwin Aguilera --quienes la asistieron en sus últimos años--,
pueden dar testimonio de lo que hemos narrado.
¡Infinitas gracias, señora María!
Agradezco las fotos cedidas y captadas por Andrés Urrutia y datos biográficos compartidos por las hermanas Anita, Elianita y Norita Riquelme Araneda.
4 comentarios:
Recuerdo a María Ortiz,claro que si,gracias Nelson por conectarme con mi tierra y con mi gente,mi pesar por su partida pero orgullo de haber sido su vecina.Mis condolencias a su familia.
Recuerdo a María Ortiz,claro que si,gracias Nelson por conectarme con mi tierra y con mi gente,mi pesar por su partida pero orgullo de haber sido su vecina.Mis condolencias a su familia.
Gracias Nelson por informar de los eventos que suceden en nuestro Penco.
Como no recordar a Regino y Carmelo,hermanos de la Sra.Maria.Q.E.P.D, si fueron y son parte de la historia de Penco, sobre todo de mi niñez, que recuerdos....que recuerdos uhhh volví a mi casita de cockrane #40.
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