martes, septiembre 11, 2018

RELATOS SOBRE LA EX BARRACA DE PENCO Y LA VENTA DE CASTAÑAS EN EL TEATRO DE LA REFINERÍA

La foto de arriba muestra una recreación aproximada de lo que fue la barraca de Penco. La imagen inferior es una vista de ese espacio en fecha reciente.

                              Don Iván Dinamarca Rodríguez tiene 72 años, de los cuales 4 los vivió en Penco (en el sector de la Ermita), cuando era niño allá por los 50. Fue alumno de la desaparecida escuela N° 31 que estaba junto al mercado municipal. Sin embargo, para enfrentar las exigencias de la vida debió trabajar desde muy temprana edad. Fue así que se desempeñó como cargador de maderas en la barraca que estaba instalada en la manzana entre la estación del ferrocarril y las calles Chacabuco, Membrillar y Freire, espacio que ahora ocupa un templo mormón. Para entonces tenía 12 años. Allí conoció a antiguos pencones, entre ellos el renombrado Ulises Durán, quien más tarde alcanzara fama nacional como boxeador en la categoría semi pesado. A diferencia de don Iván Dinamarca, Durán trabajaba haciendo “duelas”* de madera de pino, las que se usaban para la fabricación de jabas, requeridas por la sección empaque de Fanaloza. En esas jabas se embalaban las grandes piezas frágiles de sanitarios que se despachaban a clientes en todo el país. Para atenuar los golpes y aminorar los riesgos de daños graves, los espacios vacíos de esas cajas se rellenaban con paja de trigo.
Iván Dinamarca Rodríguez recuerda su niñez en Penco.
               Pero, el paso de don Iván por la barraca tuvo un brusco final, así como para el grupo de jóvenes de su edad que se desempeñaban allí. Ocurrió que una accidentada maniobra con una sierra de cortar maderas amputó cuatro dedos de una mano de un trabajador. Hechas las averiguaciones y sin duda temerosa de ser sancionada por la autoridad, la empresa despidió a todo su personal juvenil. Fue una lástima, según el relato del señor Dinamarca, porque a pesar de ser los obreros tan jóvenes y de recibir una remuneración escuálida, la barraca les tenía contratos a todos, incluidas libretas de salud y seguro social. El episodio narrado debió producirse entre 1958 y 1959.
               Antes de ingresar en la barraca, don Iván incursionó ocasionalmente en una ocupación clásica ejercida por algunos niños: vendedor de castañas y piñones. Esa actividad en Penco adoptó una imagen de leyenda. Aún estaba en la escuela, cuando en horario vespertino salía de su casa con un canasto a vender en la puerta del teatro de la Refinería. Su madre cocía esos frutos y le preparaba el canasto con base y cobertura de tela de algodón, obtenida de bolsas harineras, para que las castañas mantuvieran el calor. Recuerda que las vendía por docenas a clientes que hacían cola cerca de la ventanilla para adquirir entradas para la función de cine. La venta no era fácil por la alta competencia, vendedores había por todas partes. Las personas mayores, de aquellos años, recordarán las letanías de esos niños que también recorrían las calles en tiempos de esos fríos otoños pencones: “¡castañas coci-calientes y calientes los piñones!”
               Don Iván Dinamarca vive en Lo Miranda en la VI Región, pero trabaja en Santiago, siempre recuerda a Penco, ciudad que visita a veces en verano. Ulises Durán reside en Rancagua.
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* En la barraca  denominaban “duelas” a las tablas que se cortaban a medida a solicitud del cliente para la fabricación de sus cajas o jabas. Para la Real Academia de la Lengua, en cambio, duela es la tabla con que se forman las paredes curvas de pipas, barriles y cubas.
  


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