Foto de pantalla de TVN captada con drone. |
Si Penco fue un pueblo chico por
decenas de años (eso ahora ya no es más porque adquirió oficialmente el rango de ciudad, aunque para muchos sigue siendo pueblo, aunque más grande), es de imaginar
cómo sería Penco Chico, un solitario sector de la localidad pegado al cerro. No debieron ser más de tres o cuatro casas. La
calle que es hoy, entonces fue un camino de tierra roja socavado por profundas
y deformes cárcavas causadas por las aguas-lluvia que bajaban de lo alto con
fuerza los días y noches de aguaceros. Caminar por Penco Chico era un reto. Si vemos como está hoy, el barrio superó la postergación y está en sintonía con los tiempos.
Durante años, la gente estuvo
convencida que Penco Chico era un barrio alejado, a trasmano del centro del
pueblo, es decir, de la plaza. Tanto así que sus moradores muchas veces preferían
bajar siguiendo la calle Membrillar, en lugar de ir saltando hoyos hasta llegar
a la entrada del fundo Coihueco y de ahí engarzar con Maipú. Porque Membrillar resultaba
ser más urbana que el tramo que va desde la esquina de Los Carrera con Maipú a
Penco Chico.
¿Cuáles eran las ventajas para
los escasos moradores de ese sector pencón? En tiempos difíciles, estaban
exactamente en el cerro, así que conseguir leña para cocinar o entibiar
ambientes caseros no requería gran esfuerzo, era de cosa de avanzar unos metros
más allá del patio trasero y recoger un brazado de palos. Junto con ello, la
tranquilidad y la paz eran absolutas, porque no había vehículo capaz de
remontar la empinada cuesta con una calzada con tantas desventajas. Así que
ruido de motores, ninguno. Todos los vecinos se conocían, era otro gran plus.
Otra perspectiva de Penco Chico desde el plan. |
La expresión Penco Chico también se la usó como un sobre nombre. Hubo un atleta muy conocido en la localidad, que corría por Fanaloza a quien llamaban Penco Chico.
Aunque en malas condiciones
siempre, la pesada cuesta de ese barrio pencón era la tercera alternativa para salir del pueblo
rumbo a Concepción. El camino más apto, sin duda, fue la prolongación de la
calle O’Higgins junto a la Refinería, como lo es hoy en día. Y la opción más
antigua de todas: el camino de Playa Negra. Ir de Penco a la ciudad penquista
en paralelo a la línea del ferrocarril —o, si se quiere— bordeando en río
Andalién pudo ser la senda más obvia sin duda, incluso, desde antes de la
llegada de los conquistadores.
1 comentario:
Bajar de Penco Chico hasta la plaza de armas para estirar las piernas o confraternizar con amistades era un tanto complicado, más aun si te daban más de la nueve de la noche dando vueltas por la plaza. El regreso, inmerso en la oscuridad absoluta, ya cruzado el viejo puente de madera a la entrada de Coihueco, pasar frente a las ruinas del viejo molino que servía de establo para una vaca y una yegua, propiedad de don Alfonzo, uno de los vigilantes del fundo, no dejaba de preocupar. El alumbrado recién comenzaba al inicio de la subida de la calle Maitén, frente al negocio de don Atilio Molina, uno de los fundadores del club Cerro Porteño y de su Sra esposa Margarita. De ahí para arriba el ala volvía al cuerpo, no era por temor a los mortales, era el peso de las leyendas, historias de brujas, de chonchones o de algún finado que se negaba a dejar este mundo, en especial el lugar de cruce antes mencionado. En el espacio de un gran ventanal que daba al camino se encontró el cadaver de un conocido vagabundo apodado "El Ñajo". Debió haberse ido rápido al cielo, nunca más se volvió a ver..
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