La ley de alcoholes de entonces ordenaba que los
establecimientos comerciales del ramo debían cerrar a una determinada hora del
último día hábil de la semana. O sea, autorizaba atención a público de lunes a
viernes. La ley fue hecha a la medida de las bodegas de vinos para
controlarlas; por tanto fueron las más «afectadas» por la ordenanza y, por
cierto, los consumidores. Eran los tiempos de la venta de vino a granel. Sábado y domingo, zona seca.
Como si las costumbres pudieran echarse al saco por la fuerza durante dos
días a la semana, la ley obligaba a acatar la normativa. Así, debido
a que tal planteamiento resultaba difícil de seguir al pie de la letra, en
Penco bodegueros aplicaron estratagemas para sortear la prohibición con la
apariencia de respetarla. Para ellos, antes que la ley estaban los clientes 24/7
de consumo de pipeño. Para tal fin, en la mayoría de los casos, estos negocios
tenían dos puertas a la calle, una, la oficial y otra ingenua, lateral o
posterior. Así se podían burlar, hasta cierto punto, las fiscalizaciones severas los fines de semana.
Los niños o los muchachos de los mandados sabían que esos
días había que golpear la puerta ingenua. Alguien disimulado del interior se
asomaba, miraba en todas direcciones y después el comprador, como si de una
visita se tratara, entraba. Hartas visitas ingresaban o salían por esa puerta. Ya
adentro y bajo el techo de la bodega, se abría un mundo: un hervidero de gente
conversando en voz alta, con sus copas en la mano o apoyados en pipas vacías o
a medio llenar. Entonces el de los mandados mostraba su botella al dependiente y
compraba la medida de vino que le habían encargado. Pagaba y salía, atrás
quedaban las conversaciones y los comentarios cada vez más destemplados.
El de los mandados llevaba su envase envuelto en papel de
diario, para que nadie, ni la policía sospecharan que cargaba vino en
contravención con la ley. La botella envuelta iba aprisionada entre el brazo y
el pecho. Cerca del mediodía o avanzada la tarde de un sábado o un domingo era frecuente ver en las
calles a muchachos portando estos cilíndricos paquetes ya fuera saliendo o
ingresando a los domicilios. Nadie era tan un nerd para no darse cuenta de qué se trataba.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario