lunes, noviembre 26, 2018

SÓLO EL COLOR DE SUS UNIFORMES DIFERENCIÓ A LOS CELADORES LOCEROS DE LOS REFINEROS

Un celador de CRAV en la puerta principal de la Refinería de Azúcar de Viña del Mar, situada entonces en la avenida Limache de la ciudad jardín (hoy ya no existe). Similar aspecto tenían los celadores de la planta pencona de la empresa azucarera. La foto está publicada en la revista  «50 años de CRAV» (1937).

                Las dos industrias más importantes de Penco de esos años, la Refinería y Fanaloza, tenían cada una un grupo de celadores, personal que se desempeñaba en tareas de vigilancia y de orden. También hubo celadores en la fábrica Vidrios Planos de Lirquén. Vestían uniforme y llevaban un terciado de cuero café sobre el pecho y la espalda que terminaba en un cinturón el que se ajustaba por encima de la chaqueta. Allí colgaban su bastón o luma, no portaban armas de fuego. El equipamiento incluía gorra militar. Los funcionarios loceros del orden usaban trajes color «paquete de vela» (azul grisáceo pálido) y, en esa característica, se parecían a los actuales vigilantes de los bancos o de las empresas de transporte de valores. En cambio, si bien el uniforme de los celadores refineros tenía el mismo aire policial mencionado, la diferencia estaba en su color azul marino. En ambos casos, las telas para su confección que exigían las empresas eran finos paños de lana. Los terciados presentaban detalles en bronce reluciente.
         Los celadores de Fanaloza se veían siempre en las dos puertas de la industria, esto era al fondo de calle Freire y en Cochrane junto al edificio de la administración. También quedaban expuestos a las miradas de la gente en sus visitas frecuentes a la sección empaque de sanitarios que quedaba en Las Heras con Infante. Los de la Refinería, por su parte, se concentraban en el edificio administrativo junto al acceso al recinto. Ellos levantaban las barreras para el paso de los vehículos que ingresaban o salían de ese sector habitacional de la industria. Las garitas construidas en concreto que los celadores ocupaban a ambos lados de la calle les facilitaban también vigilar el paso de peatones. Cualquiera información sobre direcciones de personas en particular en el recinto la proporcionaban ellos. Sin embargo, justo es señalar que estas dos últimas labores las cumplieron en tiempos muy pretéritos.
Una de los puestos de guardia de los celadores a la entrada del recinto en Penco.
Foto de hace 4 años.
      Entre los celadores de Fanaloza cómo no recordar al señor Ascanio Urrutia por su altura, corpulencia, afable personalidad y largas y bien pobladas patillas. Era el padre de un especialista en arte que se desempeñaba en la sección Decorados de la fábrica. Y entre los nombres que no se olvidan en el grupo de vigilantes de la Refinería están los de los señores Nicanor Aguayo, el señor Durán y el señor Leiva, según me apunta mi amigo Manuel Suárez.
    Que las industrias de la zona dispusieran de un equipo de celadores pareció ser más un uso generalizado que una real necesidad. En Penco la delincuencia no se conocía como para que constituyera un peligro para los productos o los bienes de las fábricas. Y, por otro lado, los obreros y empleados eran gente de probada honradez, así que nunca se oyó o se supo de la intervención de celadores en la retención de merodeadores o sospechosos dentro de los espacios fabriles a la espera de la llegada de la policía. Los celadores de las fábricas gozaron del respeto y la amistad de todo el personal.

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