jueves, junio 11, 2020

UNA HISTORIA INEXPLICABLE OCURRIDA UNA NOCHE EN LA EX SEDE DEL CLUB ATLÉTICO DE PENCO


LA EX SEDE DEL CLUB ATLÉTICO, ABAJO A LA IZQUIERDA, SU PRESIDENTE
Y FUNDADOR JOSÉ RIQUELME ARANEDA.
          Penco está lleno de historias inexplicables. Son relatos que circulan entre la gente y que se cuentan al final del día. Cuando una leyenda de aparecidos se pone sabrosa, se terminan los bostezos. Y vienen las preguntas, más preguntas en la idea de verificar. Estas historias de trasnoche pertenecen al país del «créalo-o-no» porque no se puede averiguar e intentarlo es darse cabezazos contra la muralla. Un hecho por el estilo me lo relató mi amigo Andy Urrutia y es el siguiente:
«Mi tío José Riquelme, fallecido hace un par de años, quien fuera presidente y fundador del desaparecido club de fútbol Atlético de Penco me contó un hecho que pertenece a lo inexplicable. Ocurrió en la sede del club entonces ubicada en calle Penco, un poquito más allá del puente de Freire, por la orilla del río, yendo hacia la Planchada, donde hoy existe una bomba bencinera. Esa sede era de madera y él la construyó con la participación de amigos, vecinos y jóvenes socios. Cuando quedó habilitada se instalaron mesas de pimpón, tableros de ajedrez, juegos de la dama y también había una oficina. A veces se hacían fiestas para reunir fondos con fines sociales o deportivos. En las tardes siempre había jóvenes, niños, socios, realizando alguna actividad. También se planificaban los partidos, se estructuraban los equipos para el fin de semana. La casa del Atlético era una auténtica sede social, de la que mi tío estaba muy orgulloso. Fue el sueño hecho realidad de mi tío que su club tuviera un domiclio y lo consiguió también gracias al apoyo del doctor Díaz. El espacio donde se edificó fue cedido, quizá con alguna cláusula de temporalidad que desconozco. Eso fue a finales de los años 60 o a comienzos de los 70.
ANDY URRUTIA
«Bueno, él me contó que una noche, serían tal vez las 10, él se disponía a cerrar la sede, como lo hacía todos los días, para irse a dormir por sus actividades del día siguiente. Así que dio instrucciones a los últimos niños y jóvenes que permanecían en el recinto que terminaran lo que estaban haciendo y calabaza. Hora de cerrar. En ese momento alguien tocó a la puerta. Le abrieron. Era un hombre desconocido de edad adulta, algo barbón, vestía un abrigo oscuro, descuidado, parecía venir viajando de lejos, ni bolsa ni maleta, sólo lo que llevaba puesto. Era pobre, pero se expresaba bien, parecía tener educación, daba la impresión de ser un rico venido a menos por algún vicio. Mi tío José se acercó al umbral donde el hombre permanecía para que alguien lo atendiera. Luego de los saludos, mi tío José le preguntó que qué necesitaba. El desconocido le dijo que había llegado a Penco esa noche, que estaba en tránsito en el pueblo y que iba no sé para adónde. Su problema era que necesitaba pasar esa noche de invierno bajo un techo. Estaba a punto de llover. Mi tío consideró suficiente la información que le dio así que no más preguntas, lo hizo pasar y le dijo bueno, por una noche no hay problemas, veremos cómo usted se puede acomodar por aquí. Los niños y jóvenes que quedaban en el club miraban sorprendidos. De alguna parte alguien sacó una frazada se la pasó y el hombre agradeció, no le quedaba más que dormir en el suelo, pero había resuelto su problema más importante gracias a mi tío y al Atlético.
«Entonces el hombre dijo, “a modo de agredecimiento quiero hacerles una demostración del arte que conozco y lo que sé hacer. ¿Me pueden facilitar una escoba, por favor?”. Se la trajeron los muchachos, él la tomó y la apoyó en uno de los muros, se sentó en una silla y se tapó la cara con ambas manos, en un acto de aparente concentración. No pasó un minuto cuando la escoba comenzó a levitar y a volar en círculos por todo el ámbito del club...
«Eso me contó mi tío, una persona seria. Yo no puedo dudar porque además él había sido testigo directo igual que los otros niños. Y eso es lo que lamento ahora, no haberle preguntado quiénes eran los que estaban con él esa noche. A lo mejor ahora yo los hubiera buscado en Penco para escuchar la versión de ellos sobre ese episodio, a los que todavía queden vivos».
Luego de oír esta historia de mi amigo Andy, recordé una frase que leí en el cuento «Prometeo» de Franz Kafka y que dice: «La leyenda quiere explicar lo que no tiene explicación». Bastaría agregar que un hecho de este tipo nacido de la verdad de un relato y contado por una persona digna de credibilidad vuelve necesariamente al ámbito de lo inexplicable. Siempre será así.
CLUB DE HONOR DE ATLÉTICO DE 1959. La alineación: ARRIBA de derecha a izquierda Constanzo, B. Pantoja, Aguilar, Montero, Zambrano, Sánchez. ABAJO, Víctor Riquelme, Rivera, Molina, J. Pantoja y Lagos.

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