jueves, julio 09, 2020

ESTRECHEZ POR LA PANDEMIA VIVE HOGAR SINDICAL FANALOZA, TESTIGO DE UNA RICA HISTORIA COMPARTIDA CON PENCO


         La crisis que ha causado el virus con todas sus devastadoras consecuencias en la salud, en la economía y en todo aspecto también impacta al gran edificio blanco de los trabajadores loceros el «Hogar Sindicato Industrial Fanaloza». Al estar paralizadas las actividades deportivas que se practican en el gimnasio, no hay ingresos por arriendos de la cancha. Regularmente esos dineros se destinan para los pagos de servicios básicos. Mismo fin tienen los ingresos por el arriendo de los espacios comerciales que dan a la calle. En consecuencia no está fácil la subsistencia operativa del inmueble, por lo que la dirigencia ha tenido que hacer «malabares». Y la guinda de la torta de esta situación crítica fue la imposición del cobro de contribuciones que comenzó a aplicarse el año pasado. Antes el hogar estaba exento. Pareciera que ninguna autoridad hizo algo para conseguir la suspensión del gravamen teniendo en consideración a su favor el incalculable apoyo hacia la comunidad que el inmueble ha prestado en distintas situaciones a lo largo del tiempo. Demos un vistazo resumido a la historia.
         Es cosa de recordar por ejemplo, que nunca un invierno fue más cruel y más crudo que el de 1960. Los terremotos de mayo y sus réplicas violentas desencadenaron para muchos el «infierno del Dante» en Penco. En esa circunstancia, se echaba de menos una voz de esperanza, pero la gente estaba muda por el miedo y el sufrimiento. Por fortuna, sin embargo, había un lugar tibio y acogedor en medio de ese caos, donde las personas no se sentían del todo abandonadas por Dios. Era la sede del sindicato de obreros de Fanaloza que por entonces abrió sus brazos a los necesitados: familias que perdieron sus casas fueron admitidas para que se cobijaran en la cancha del gimnasio. Esos damnificados demarcaron con paneles de papel el espacio necesario de su intimidad, todos los hogares improvisados allí semejaban a un panal de abejas; otras ocuparon el escenario detrás de las cortinas; el garaje del fondo destinado a la cureña para féretros y los implementos de servicios fúnebres de los asociados fallecidos, también se habilitó como casa. La cureña de fierro, con pértiga de metal y pintada de negro con sus 4 ruedas con rayos de madera se quedó todo ese período en el pasillo. Al mismo tiempo, debido a esta emergencia y el uso de la mayor parte del recinto como habitación de muchos, se suspendieron las actividades deportivas bajo techo.

          La propiedad sindical se ubica en calle Penco N° 125 junto al estero. Tiene 29 metros de frente por 57 de fondo, remata en un callejón perpendicular de 4 metros de ancho que desemboca por el otro lado a la calle Freire. El edificio principal consta de 2 pisos. En la planta baja hay un local destinado al arriendo para fines comerciales. Arriba están las instalaciones del sindicato, la oficina de la presidencia y una gran sala de lectura. [En esta última durante los tiempos en que llegó la señal de televisión a Penco hubo un receptor (Bolocco) para distracción de los socios y sus familias, además había diarios para informarse y se podía disfrutar de algún libro gracias a una bien dotada biblioteca]. La entrada principal al recinto continúa en un largo pasillo de distribución. Por el lado izquierdo están los camarines con sus duchas para deportistas, los baños, un patio de luz y las salas cerradas para camerinos de los artistas que se han presentado en ese escenario a través del tiempo. Por la derecha, se encuentran la escala interior que conduce al segundo piso, los accesos al gimnasio, a las graderías destinadas a público y al escenario.
        Cuando se incendió la municipalidad en los 60, por razones de apuro y de servicio, reparticiones municipales se instalaron temporalmente en las oficinas sindicales. También durante esa década Correos y Telégrafos funcionó en el local comercial del primer piso, la correspondencia, venta de estampillas, despacho de encomiendas, mensajes por telegrafía, casillas postales, recepción de votos en elecciones políticas, todo operó desde ahí. El uso polifacético del edificio además incluyó en su historia haber servido como escuela informal para alfabetizar a personas iletradas.
        En ciertas temporadas, el gimnasio se destinó como cine improvisado, a modo de respuesta del sindicato ante la alta demanda local por ver películas. Una pantalla se desplegaba contra las cortinas del escenario y los equipos de proyección se empotraron en el rellano del segundo piso. El gimnasio se dividía en 2 secciones: la galería a precios módicos y, la «platea» que se ubicaba en el piso frente a la pantalla, consistía en sillas plegables de madera, las que terminada la función se retiraban para que el espacio recobrara el uso original. En ese mismo lugar se realizaban las asambleas de los loceros donde se adoptaban decisiones a mano alzada, ahí con grandes aplausos se celebraban los logros o en otras, se conocían a viva voz las noticias insalvablemente malas.
        De seguro que aquellos obreros de los orígenes del sindicato, en la primera mitad del siglo XX, ni sus dirigentes pensaron en todas las posibilidades de servicios que el inmueble prestaría a la comunidad en emergencias que ellos tampoco alcanzaron a imaginar. El edificio, reconstruido después de 1939, tenía primariamente fines deportivos, sociales y sindicales. En deportes fue hecho para la práctica del básquetbol y del baibifútbol; para espectáculos como el boxeo, para las presentaciones artísticas penconas y de artistas consagrados; para  bailes a beneficio con el fin de recaudar fondos ya fuera para personas por enfermedad, para boy scouts o clubes deportivos. Y cuando se presentaron las emergencias, decíamos, el edificio sirvió de albergue temporal, durante crisis económicas severas ahí se cocinaba para las ollas comunes, también se disponía de espacio para modestos pero dignos servicios funerarios. El «hogar» (¡qué nombre tan bien puesto!) siempre ha sido hogar en su historia. Como tal no le ha cerrado puertas a nadie, incluso al momento de dormir algún necesitado ha tenido un techo. Por ejemplo, a principio de los 90 albergó a mucha gente sin recursos que buscaba empleo.
LUIS ASCENCIO, PRESIDENTE DE
LA FEDERACIÓN DE
TRABAJADORES LOCEROS.
        Quien concurra a esa sede encontrará una sonrisa cálida, un gesto de acogida o simplemente un saludo amistoso y si se trata de un problema más de alguien ahí ayudará a pensar una posible solución. Sin embargo, no confundir. No es un «Hogar de Cristo», es nada más que el sindicato de trabajadores loceros, un importante referente local, un respaldo de la comunidad. Es también un testimonio de la confianza de los trabajadores como clase social y en el valor de la unidad con la que han logrado mantenerse en el tiempo, pese a los grandes problemas que han enfrentado.
         La generosidad y la solidaridad comunitaria del sindicato locero constituyen un fenómeno valioso, un modelo humano Y colectivo en Penco, en particular en tiempos en que todo es dinero, lucro y frío cálculo costo-beneficio.
----------- 
Agradecemos la información proporcionada para esta crónica por don Luis Ascencio, presidente de La Federación de Trabajadores Loceros.

No hay comentarios.: