Busco en la Historia un
ejemplo que me sirva como una ayuda para interpretar esta experiencia
del trabajo productivo y práctico en pandemia. Porque en cuarentena desde casa
compruebo como la ciudad sigue funcionando, no ha paralizado. Y se
mueve sin magia, sino por el trabajo de millones de mujeres y hombres
«invisibles».
Les doy ese calificativo porque ni ellos ni ellas están en la
televisión. Las pantallas están reservadas para los que no producen
esos bienes concretos y los servicios que necesitamos para
sobrevivir. [Apunto a los rostros de la clase política,
preocupados a como dé lugar de mirarse en los medios]. Por tanto,
veamos el modelo histórico que me inspira para testimoniar el aporte
de esta fuerza «invisible»
y lo ínfimo que ante ella llegan a ser los otros.
Ocurrió
en Roma el año 494 antes de Cristo, cuando los plebeyos (los
trabajadores), molestos con leyes injustas impuestas por la clase
gobernante (los patricios), paralizaron dejando a la ciudad
desabastecida. Demostraron que eran ellos los que hacían la pega. Esas leyes, entre otras cosas por ejemplo, prohibían los
matrimonios entre enamorados provenientes de clases distintas. Los
patricios o si se quiere los políticos romanos, se dieron cuenta al
fin que los «invisibles»
tenían un valor clave en la sociedad y que merecían respeto y otro trato. A pesar suyo a los tribunos no les quedó otra opción que dialogar. Este
episodio es más largo, tiene varias interpretaciones, sin embargo para
nuestro relato lo dejamos hasta ahí.
Ese
ejemplo del pasado —si
quitamos la circunstancia del paro y destacamos el reconocimiento― me permite apreciar hoy en
su perfecta dimensión la relevancia del trabajo de las manos
«invisibles»:
la gente del aseo, sin su concurso estaríamos ahogados en basura;
los trabajadores de la salud por su tarea que excede todo cálculo
sumado el riesgo; los transportistas que silenciosos van y traen los
alimentos desde los campos; esa otra gente que atiende el delivery;
los que mantienen los servicios: agua potable, luz eléctrica, gas,
las comunicaciones. A ellos le debemos todo aquello que tenemos a la
mano, que es práctico y que nos sirve.
Esa
es la gente invisible y las llamé así, además, porque no puedo
identificarlos uno a uno, ni conocer sus rostros adustos o
sonrientes, feos o bonitos, pero sé que son nuestros queridos
trabajadores del día a día y sé muy bien que sin ellos la vida en
sociedad sería imposible. Ellos arriesgan su salud cada vez que
salen de sus casas para ir al trabajo concreto, aquel que no se puede
realizar on
line. Infinitas
veces, cuando van y cuando vienen, reciben improperios de los
desubicados que no entienden que ellos no se pueden quedar en sus
hogares. Nuestros trabajadores no quisieran meterse en las
aglomeraciones por prevención, pero no les queda más remedio cuando
el transporte público ha disminuido su frecuencia por la brutal
economía.
Esas
manos invisibles que trabajan sostienen nuestra sociedad. Gracias a
su coraje ni el peor de los virus podrá terminar con la vida.
----------
(₁) El municipio de Penco, por mediación de su alcalde Víctor Hugo Figueroa y el consejo municipal, entregó recientemente un estímulo al personal de aseo de la comuna por su gran labor en la presente crisis sanitaria.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario