CAPILLA DEL DIVINO REDENTOR en el recinto de la ex refinería de Penco. |
POR ABEL SOTO MEDINA
Continuando con el
recorrido de recuerdos de infancia, se acerca a mi mente, una
experiencia que creo sólo pasaba en ese barrio San Vicente, de
Penco, lleno de genialidades, todos en torno a la alegría y a la
risa espontánea y buena convivencia, sana para esos años, llena de
actividades creativas, donde cada personaje quería llamar la
atención, con algo que escuchó, la película que vio, o contar que
fue al cerro y vio una enorme culebra, y que fue a Cosmito, a
Concepción, todo era un acontecimiento. Para qué decir si alguien
viajaba a Santiago, era interrogado, nadie se quería perder o
quedarse sin instruirse de lo acontecido… Pero, un buen día
domingo del año 1958 o 1959, sucedió algo extraordinario para
nuestro barrio, hizo su aparición en forma imprevista el cura de la capilla de Refinería, señor Antonio Chandía Ulloa, iniciando
visitas en algunas casa de los pabellones que la ex CRAV tenía en el
lugar, y que para todos los vecinos, los pabellones eran el corazón
del barrio. Mientras la noticia iba recorriendo el sector, se notaba
una agitación poco usual entre los mayores, dueñas de casa y
trabajadores de la empresa refinera que salían a comprar algo para
el almuerzo, pero todos sabíamos, que era la noticia que se
respiraba en el ambiente, lo que se robaba la atención. El Barrio
San Vicente no podía estar más congestionado, vecinos para allá,
para acá, unos salían, otros llegaban, todos comentado la presencia
del religioso, para nosotros los niños, nada nuevo bajo el sol, y en
lo de siempre: jugando a las bolitas, al trompo, capítula, o al
ensarte (juego con un clavo que consistía en lanzarlos y clavarlo en
la tierra en la línea o camino que el rival te había graficado);
los jóvenes y mayores, en cambio, jugando dinero al chupe (entretenimiento en que el que hacía de banca, tiraba al aire 5 ó 7
monedas y se apostaba si caían más caras o más sellos), o jugando
al dado o tallando el naipe, en resumen, una mañana dominical normal
para el barrio... Pero, el Padre Chandía, lo vino a revolucionar,
luego de un rato, entre conversaciones, gestos, órdenes, pronto
vinieron los llamados… Pedrito, Juan, José, Enrique, Luchito,
Choño, Memo, Sanzón, Pelao Nati, vengan porque el sr. cura quiere
decirles algo, a todos los que están ahí, no importa si son o no de
los pabellones. ¡Incógnita en el aire! El Lucho se pregunta ¿qué
será?, y se respondía al instante, ¿capaz que nos quiera invitar a
jugar fútbol a la cancha del cura? pero no tenemos pelota, expresó
el Juan. Ya puh, vamos a ver, no tenemos nada que perder, y fuimos…
Y el Padre nos saludó e hizo juntarnos al lado de los lavaderos de
cemento, que formaba parte de los baños comunes de los pabellones.
«Niños
he llegado hasta éste lugar para conversar sobre Dios»,
y comenzó a hablarnos de Jesús y la Virgen y nos fue llevando a la
parte mágica de la fe. A todos nos impresionó su voz tan particular
y su oratoria nos fue llevando más y más a la malla espiritual que
nos iba envolviendo en ese mundo mágico nuevo para la mayoría de
nosotros. En conclusión nos invitó a participar de una eucaristía
en la capilla CRAV y a la vez que jugaríamos en la cancha del cura,
un sitio vacuo frente a la capilla... No recuerdo haber pisado la
iglesia ni menos la cancha y el tiempo pasó, pasó y pasó.
Ese episodio se fue
guardando en las vicisitudes de mi vida, quizás cubiertos con
algunas penas o con los ecos de alegrías, no sé qué fue, pero el
olvido siempre triunfa sobre todo con los sueños del hombre. Un día
de agosto del año 2006, ya no con la misma inocencia de lo relatado,
pero que ese día se cambiaba por algo de incredulidad, digo esto
porque inocentemente llego a la casa de mi hija Leslie y Mauricio su
marido, y me invitan que los acompañe a una actividad a la capilla
Divino Redentor (la capilla de la ex CRAV), no fue necesario el tañer
de campanas para que se me viniera a la mente el curita Chandía, a
quien de una u otra forma no le había cumplido en lo que,
seguramente él había deseado en esa ocasión.
El cura Olivares está a la izquierda del pontífice. |
Ahora no me podía hacer
el desentendido, y accedí a asistir a la capilla, que luego de la
eucaristía, vinieron algunas conversaciones sobre los hábitos
usados por el Papa Juan Pablo II, (hoy santo de la iglesia católica),
en su visita el año 1987, todo ello dado que, el párroco don Héctor
Rivera, había tenido una participación muy cercana con el Santo
Padre, sobre todo en la Misa que realizó el Papa en el Club Hípico
de Concepción. Como para mí y también para mi familia fue un hecho
muy significativo la visita Papal, y lo adeudado en mi niñez,
consideré entregar algo al Padre Rivera que fuera significativo e
hice enmarcar un cuadro con un trozo de la historia de la Capilla
Divino Redentor que incluía una fotografía de su imponente fachada.
Y ahora, cómo estamos en agosto y próximos al 30, día de Santa
Rosa según el Santoral Católico, he considerado aportar un granito
de arena a la historia de Penco, especialmente a la parroquia Divino
Redentor.
El siguiente es el
contenido del cuadro al que hago mención:
A
la Parroquia Divino Redentor en sus 64 años
1942 - 2006
El
30 de Agosto de 1942, la Compañía Refinería de Azúcar de Viña
del Mar, Fábrica de Penco, (CRAV), Inauguró un hermoso Templo de
líneas arquitectónicas de un singular estilo colonial, para que sus
trabajadores y familiares mantuvieran viva la fe en el Dios Creador.-
Dicho templo se denominó Capilla Crav, el Administrador Señor
Desiderio Guzmán fue quién la entregó oficialmente a la familia
refinera como se acostumbraba a decir en esos años.-La solemne
Eucaristía y Bendición que se celebró ése día, estuvo a cargo
del Excelentísimo señor, padre Diocesano y Arzobispo de Concepción
Alfredo Silva Santiago, siendo su primer Capellán Don Arturo Fuentes
Tobar.
El
06 de enero de 1961, según Decreto 1706 fue erigida como Parroquia
Divino Redentor de Penco, que comprende el territorio de lo que fue
Crav hasta el Río Andalién en Concepción. El corazón de la
Parroquia lo constituye el Monasterio de las Monjas Trinitarias, que
acoge en su interior la venerada Virgen del Boldo, ícono de la
iglesia diocesana y que según la tradición se ha aparecido en dos
ocasiones en el siglo XVI.-
Estas
simples líneas solo tienen como objetivos recordar con veneración y
gratitud a los capellanes y párrocos que le han dado vida espiritual
a ésta casa de Dios durante los 64 años de existencia, cobijando
fe, esperanza, reconfortando el alma y llenando de gozo el espíritu,
que se refleja en la alegría y el amor por nuestros seres queridos y
en una mano fraterna por nuestros semejantes. En la paz del Señor y
en la bendición de la Virgen recordemos a:
-
Arturo Fuentes Tobar 1942 – 1946 (D) - Antonio
Chandía Ulloa 1948 - 1950 (D)
-
Arturo Fuentes Tobar 1950 - 1956 (D) - Jorge
Vásquez Merino 1956 - 1957 (D)
-
Pedro Malejac 1957 - 1957 (D) -
Antonio Chandía Ulloa 1958 - 1967 (D)
-
Julio Olivares 1968 - 1977 (D) -
Arturo Fuentes 1977 - 1989 (D)
-
Jesús Balmaceda 1989 - 1990 (D) - Carlos
Neira Prosser 1990 - 1994 (D)
-
Pedro Arregui 1994 - 1998 (R) -
Héctor Rivera Arce 1998 - (D)
Con
todo cariño para el Padre Héctor Rivera Arce
Abel
Soto Medina
EL CURA Héctor Rivera está
actualmente en Coelemu.
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Revisión de estilo: N.Palma
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