lunes, septiembre 20, 2021

EN PENCO HUBO CABALLERIZAS POR TODAS PARTES

Imagen referencial tomada de internet.

                Diez años después de la finalización de la Segunda Guerra Mundial Penco todavía no se modernizaba. No había suficientes vehículos a bencina, los viajes largos sólo se hacían en tren. Un par de camiones en existencia no permitían una proyección del transporte de carga a escala mayor por carreteras. Conclusión, toda la economía menor dependía de la llamada tracción de sangre, es decir del uso de animales. Y en este aspecto las posibilidades eran dos o bueyes o caballos. Los primeros eran tal vez más fuertes, pero en contrapartida, los bueyes andaban lento. Los caballos, en cambio, tenían la doble opción de tirar carretelas o llevar a pasajeros sobre sus lomos. Por tanto, los apetecían más para propósitos rápidos.

          Pero, los animales planteaban exigencias: dónde alimentarlos y bajo qué techo dejarlos seguros durante las noches. Quienes más usaban los caballos eran los comerciantes. Los carretones se empleaban para retirar mecaderías o para el delivery. Mario Zúñiga tuvo un carretón grande tirados por dos caballos, Urtubia (ex Gardella) tenía también de estos vehículos y así otros almaceneros en el pueblo. Propietarios de campos y que vivían en Penco montaban sus caballos para ir y venir por los cerros. Un caso fue Santiago Herrera, quien aprovechaba las ventajas equinas para desplazarse y monitorear faenas en sus bosques.

             Pues bien, mantener los caballos a mano en el pueblo exigía, decíamos, algunos sacrificios. Mario Zúñiga, por ejemplo, arrendó un sitio en calle Alcázar y allí edificó una pesebrera para tres de estos animales. Daba lo mismo los problemas que esas caballerizas presentaban a los vecinos: moscas, olores y relinchos. Santi Herrera dejaba su cabalgadura en el patio de su casa en calle Penco entre Las Heras y Freire. De manera que siempre tenía a su disposición su medio de transporte. Otro ejemplo, Carabineros también usaba caballos. Disponía de pesebreras detrás de la comisaría, a unos 30 metros de la Municipalidad, con espacio para media docena de pingos.

         Desde los tiempos de don Pedro de Valdivia los caballos compartieron territorio con los pencones. Aunque se dice que don Pedro prefería que sus caballos se tomaran descanso en las abundantes praderas de el actual fundo Playa Negra o incluso en la isla Rocuant. En cada sitio baldíos del pueblo pacían uno o más caballos. Hay que tener encuenta que mucha veces cuando los pastos escaseaban era menester agregar forraje a la alimentación caballuna. Ese era trabajo de caballerizos, palafreneros o postillones. Tampoco hay que olvidar otras labores asociadas: era necesario que en el pueblo hubiera herreros para fabricar herraduras de todos los tamaños y saber como sujetarlas a los cascos de los animales.

           Cuando el pueblo se inundó de vehículos a motor, los pencones se olvidaron de los caballos. Hoy en día sólo es posibe ver jinetes para las reuniones de los clubes de huasos o las carreras a la chilena. Ya nadie emplea la tracción de sangre para actividades productivas.


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