miércoles, diciembre 22, 2021

EMPRESA EXTRAÍA ÁRIDOS DEL MAR EN BELLAVISTA, TOMÉ



          Cuando vi estas fotografías de una de las obras del escultor español Eduardo Chillida (1924-2002) titulada «Elogio al Horizonte» e instalada en una suave lomita cerca del mar en Gijón, recordé un lavadero de áridos en nuestra zona que se le parecía. El mentado lavadero funcionó durante años en la playa de Bellavista en Tomé frente al paradero del ferrocarril que llamaban Carlos Werner. Cuando el tren se detenía en ese lugar, y uno desde su asiento en el vagón miraba hacia el mar, se encontraba con una enorme estructura de hormigón a escasa distancia de la ventanilla, instalada parte en la playa y parte en el andén que se empleaba para extraer arena marina blanca para la construcción. Esta actividad siempre se ha realizado en los ríos, pero en tales casos el color del producto es gris oscuro.
      La armazón industrial a la que me refiero ya solo permanece en mi memoria porque fue desmantelada hace muchos años. Tenía una tolva de acero por arriba que dirigía la arena desalinizada a vagones de carga para su transporte.
         La estructura también soportaba unos cables tensados horizontalmente en unas poleas que servían para arrastrar una cuchara de fierro que arañaba la playa cerca de donde reventaba la ola y así obtenía el material. A su paso dejaba un profundo surco que el mar rellenaba con más arena en tiempo récord. 
       Sin embargo, para poder usar ese producto árido en la construcción era necesario quitarle la sal, para ese fin se usaba el agua dulce de la desembocadura del estero Bellavista. Pues bien la armazón ‒y vuelvo sobre las imágenes de este post que me trajeron este recuerdo‒ estaba empotrada pegada al río y junto al ferrocarril por el lado de la playa. 
      La racionalidad de esta actividad extractiva era total: disponía de arena de extraordinaria calidad en cantidades infinitas por lo que no causaba daño al medio ambiente. Para lavarla empleaba el agua del río, apenas un par de metros antes de su salida al mar, no le quitaba agua a nadie ni la contaminaba, porque el resultado del lavado era sal que se devolvía al mar. Y por añadidura su intencionada ubicación junto a los rieles facilitaba la carga del producto final en carros.

      Para finalizar, digamos que todo el conjunto fue edificado con acero y cemento. Su parte medular no consistía de un bloque ciego, por el contrario era liviano y permitía a los pasajeros del tren ver el mar y el horizonte a través de su trabazón de pilares y dinteles. O sea, tenía una gran cuota de buen gusto. Quizá por esa razón estética asocié en mi memoria aquel edificio industrial de Bellavista con la monumental estructura artística abstracta de Chillida, allá en Gijón en el norte de España.          

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