sábado, septiembre 03, 2022

HISTORIA EN EL SITIO DONDE SE INSTALABAN CIRCOS


COLEGIO «EL REFUGIO» DE PENCO se levanta en el lugar donde ocurrió esta simple historia que narro en este texto. (Foto gentileza de Jaime Robles Rivera).

         El público concurrente a la función del circo lanzó un formidable grito de espanto. Los artistas se taparon la boca con sus manos. El redoble del tambor se detuvo. Los músicos de las trompetas y los trombones interrumpieron la fanfarria. La platea se puso de pie. La galería lo mismo. Había ocurrido un accidente en presencia de toda esa gente... Ya vuelvo sobre los detalles de lo ocurrido, porque para situarnos y comprender primero debo entregar una mirada del contexto:

         La manzana comprendida por Las Heras, Membrillar, O'Higgins y Talcahuano presentaba el relieve de una loma. Estaba cortada en dos partes en la mitad alta había casas en cambio en la falda que bajaba hasta la calle Talcahuano era un sitio vacuo, sin construcciones. 

         A pesar de tratarse de un lugar baldío ahí ocurrieron hechos, antes que se poblara. Los fines de semana, por ejemplo, aficionados al fútbol que no entraban al estadio, ubicado al otro lado de calle Talcahuano, se paraban en la parte más alta de la loma para ver lo que ocurría en el arco del sector sur. Porque de esa ubicación se veía desde el área grande hasta la línea de gol. Eso era presenciar medio partido, porque el otro arco quedaba de espaldas y no se veía.

UNA PISTA  ATLÉTICA se construyó en el sitio desocupado en 1971 según esta foto publicada en el diario El Sur. Nótese los trabajos y parte del trazado de la pista. Al fondo de ve la esquina de Melitón y más atrás el perfil de las antiguas bodegas de Duncan Fox, en calle Talcahuano.

          Muchos años después a inicios de los 70, se emparejó una buena superficie de la loma y el club «Heriberto Urzúa», del Deportivo de la Refinería, construyó una pista atlética de 245 metros de contorno, hecha con una mezcla de escoria y cenizas, para entrenamientos y pruebas atléticas oficiales. Muy importante es destacar el interés de la comunidad de entonces –y también de hoy– por disponer de campos deportivos en la comuna para practicar esas actividades tan necesarias como positivas.

         También en temporadas de primavera y verano se instalaban en ese sector circos de las más distintas categorías con sus atracciones muchas de ellas de jerarquía, otras exóticas y también algunas muy modestas. La historia que cuento se relaciona con uno de estos circos, no el Aguilas Humanas el de mayor renombre de todos, sino de uno algo estrafalario de cuyo nombre no puedo acordarme. Mi narración se relaciona con eso que decíamos al inicio de este texto.

         Una camioneta del modesto circo perifoneó por las calles penconas ¡Al circo, al circo! ¡No se pierda las grandes atracciones internacionales! Algunos amigos nos concertamos para asistir al espectáculo. A la entrada otros amigos, muy queridos, ayudaban a vender churros y golosinas. Pero, nos convocaba eso que ocurriría adentro, bajo la carpa. Nos sentamos en los tablones de la galería. La gente más conspicua del pueblo se acomodaba en la platea, al nivel de la arena de las presentaciones...

AL CENTRO, LA FAMOSA PINTURA «La familia de saltimbanquis» (1905) de Pablo Picasso, a la izquierda de la foto. A la derecha, el poeta austríaco Rainier María Rilke, autor de Las Elegías del Duino (1922) quien se inspiró en los personajes del cuadro para componer su notable quinta elegía narrando la vida de estos artistas de pueblo. La tela de Picasso está en la Galería Nacional de Arte en Washington DC.

         Este recuerdo que narro me vino a la memoria, mientras hoy leo unos versos de Rainier María Rilke en el libro de poemas Las Elegías del Duino, de 1922. La quinta elegía, inspirada en la tela de Pablo Picasso «La Familia de Saltimbanquis» dice en la parte que me evoca eso que vi en Penco:

            «...¿quiénes son ellos, dime, esos errantes, algo más / fugaces que nosotros mismos, a los que desde temprano / estruja y apremia una voluntad jamás satisfecha? […] como desde el aire aceitoso y más resbaladizo / descienden ellos / a la alfombra carcomida y desgastada / por su eterno rebotar...».

           Y agrego otros versos que están más adelante: 

          «Tú, que con la caída, que sólo conocen las frutas, cien veces al día te desprendes, inmaduro desde el árbol en movimiento [...] y caes y rebotas en la tumba...» 

           El poema de Rilke remite al dolor de los artistas de un circo de mala muerte sometidos cada vez a satisfacer a un público desconsiderado y ávido de emociones. Pero, en realidad, es el diario drama humano del trabajo esclavizado.

         La conexión del circo de Penco al que aludo aquí con el poema de Rilke, salta a la vista a continuación: Actuaron primero los payasos, y después vino el número de una familia de gimnastas. El padre malabarista lanzó al aire unos palitroques de madera para retomarlos al vuelo y lanzarlos de nuevo en forma coordinada, la madre hizo unas contorsiones en la lona difíciles para cualquiera; el hijo mayor, de unos 16 años subió al trapecio con la ayuda de un cordel con nudos. No había alcanzado a agarrar el columpio que lo habían bajado un poco hasta una altura de tres metros y medio del suelo para alzarlo de nuevo cuando por alguna razón el adolescente se soltó y cayó de espalda sobre la carpeta y quedó tendido. Y entonces se produjeron gritos. Nosotros,  el público, quedamos mudos por la desgraciada sorpresa. El muchacho estaba botado como muerto. Los artistas corrieron a prestarle ayuda, a moverlo, a hablarle. El padre y un par de mocetones, a falta de una camilla, se lo llevaron fuera de la pista sosteniéndolo por los brazos y las piernas. La familia también desapareció de la escena siguiendo al accidentado. La gente, todos nosotros permanecíamos de pie.

         Y unos diez minutos más tarde, salió a la arena el empresario quien anunció de nuevo a los payasos, quienes dijeron payasadas distintas para completar su número improvisado. Pero, de ahí en adelante el espectáculo ya no fue como uno quisiera esperar. Ahora me doy cuenta que nosotros éramos esa terrible voluntad que exige y estruja al saltimbanqui y que nunca está satisfecha, citando los versos de Rilke. Más tarde y casi al final, el vecero del circo informó que el trapecista fue llevado al hospital y no dijo más.


1 comentario:

Andy Urrutia dijo...

LAS AGUILAS HUMANAS LLEGABAN A ESE SITIO