En la primera década del siglo XX el industrial valdiviano, don Pablo Hoffmann, se lanzó a producir azúcar refinada para el consumo de la zona y para ello creó, con su esfuerzo y sus recursos, la refinería azucarera de la ciudad de Valdivia que levantó en la isla Teja, junto al río. Sin duda fue una muy buena idea porque su producción le permitía abastecer un mercado, al que no llegaba con facilidad el producto desde Viña del Mar o desde Penco vía ferrocarril. De manera que era perfectamente razonable prever un negocio fructífero. El señor Hoffmann se instaló con todas las de la ley a refinar azúcar de caña y destilar alcohol por lo que invirtió en la industria y en contratar trabajadores.
Por otro lado y al mismo tiempo la azucarera de Viña del Mar, CRAV, seguía creciendo. Tanto así que en enero de 1924 compró la refinería de Penco incorporándola a su gestión. La adquisición implicó avances significativos para Penco, se amplió el muelle de calle Talcahuano y tomó impulso el proyecto del recinto habitacional para sus trabajadores. En Valdivia ocurrió otro tanto en 1931, cuando CRAV, luego de una rápida negociación con don Pablo Hoffmann compró la azucarera local. Luego de la operación se introdujeron adelantos importantes en la industria así como también se mejoró la relación con el personal, quedando este último bajo el régimen de CRAV. Sin embargo, a poco andar, la dirección de la empresa basada en Viña del Mar tomó la decisión de cerrar la planta sureña en un par de años más. Las razones pudieron ser terminar con los costos de operaciones de la azucarera de Valdivia así como aprovechar el desarrollo de más facilidades para la distribución de azúcar de sus plantas de las provincias de Concepción y Valparaíso. Sin embargo, esta decisión empresarial --acordada bajo reserva-- terminó filtrándose a oídos de algunos trabajadores. Aquellos que estaban informados actuaron rápido y exploraron las formas de emigrar de Valdivia y al mismo tiempo seguir bajo el alero de CRAV. Las opciones eran incorporarse a las plantas de Penco o de Viña.
Varios emigraron con sus familias. Uno de ellos fue don Eleuterio Riquelme quien era muy amigo del gerente don Tomás Molina, fue éste quien lo dateó acerca del cierre de la fábrica que estaba en perspectiva. Otro de sus amigos, don Alberto Weber, jefe de maestranza de la azucarera, lo invitó a que podrían intentar venirse a Penco. Sin embargo, don Eleuterio igualmente viajó a Viña del Mar para ver posibilidades en esa refinería. Allí estaban dispuestos a darle un cupo, pero la vivienda que le ofrecieron se ubicaba demasiado lejos de la industria que se emplazaba en la calle Limache, de la ciudad jardín, lo que era un problema. Comentó después que en realidad tampoco le tincaba vivir en Viña. Esa fueron las razones por las que optó por Penco.
Don Eleuterio Riquelme junto a su señora Luisa Araneda posan para la cámara de su hijo José, en la puerta de su casa en los ex pabellones de emergencia. A la derecha, la pareja se hizo fotografiar, en plan de humorada juvenil, en un cartel con la gráfica de un automóvil de época en la plaza de Valdivia en 1926.Don Eleuterio se vino solo de Valdivia en febrero de 1939 y de inmediato se incorporó a la planta refinera local; recién el gran terremoto del 24 de enero de ese año había causado enormes estragos entre los diversos pueblos de la zona penquista, pero él logró arrendar una casa en la calle Membrillar, entre Freire y Las Heras. El resto de su familia, su esposa la señora Luisa Araneda y sus cinco hijos: Eliana, José, Nora, Víctor y Ana, llegaron a Penco en junio del 39. Se instalaron en la casa de calle Membrillar y meses más tarde se mudaron a los nuevos pabellones de Alcázar con Freire; levantados por el gobierno en calidad de emergencia a causa del terremoto. Don Eleuterio ya se desempeñaba de pleno en la refinería de Penco y sus hijos se referían cariñosamente a él como don Leute. Sus hijos e hijas son y fueron reconocidos vecinos pencones además por sus contribuciones en lo social y cultural. Por ejemplo, don José Riquelme Araneda es recordado por haber sido un gran dirigente deportivo y creador del club Atlético con ramas en el fútbol y el atletismo, además fue un virtuoso dibujante y fotógrafo. Sus registros gráficos dan cuenta de buena parte de la historia visual de Penco del siglo XX. Y el nieto de don Leute, hijo de Norita, es el músico profesional Andrés Urrutia Riquelme creador de composiciones musicales para los grupos Cangaceiro, Trigales, Lamprea y Ñache además de intérprete. Estamos hablando de aportes significativos.
En tanto, en la ciudad valdiviana hasta hace pocos años aún quedaba una muralla de la antigua azucarera semi sumergida en el río Valdivia, último vestigio del pujante ánimo de don Pablo Hoffmann. La refinería de Valdivia cerró por decisión de CRAV como ocurriría igualmente pero muchos años después con la plantas de Penco y la propia Viña del Mar. Generaciones de trabajadores azucareros de las tres ciudades hicieron sus vidas laborando día y noche en esas fábricas. Como hemos demostrado, hubo intercambios y migraciones de empleados y obreros entre las tres industrias. En Penco, por ejemplo, la historia misma de la ciudad adquirió otro curso como hemos dicho gracias al aporte de esos trabajadores migrantes, sus familias y sus descendencias.
DOÑA LUISA ARANEDA, a la izquierda, aparece junto a su hija mayor Eliana Riquelme Araneda.
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