TEXTO: Juan Espinoza Pereira (Docente, desde Copiapó)
¡Hola… buen día!
Disculpas
por ocupar vuestra atención, unos minutos de este día; tal vez
estes muy concentrado haciendo tus deberes dominicales, tal vez esté
despertando de una resaca de fin de semana, quizás estés sumido en
preocupaciones de cómo llegar a fin de mes; tal vez esté
disfrutando de un bello paisaje playero en alguna parte de Penco o
caminando junto a la familia; tal vez estes disfrutando de una buena
película, o hastiado de ver ese bodrio de propaganda televisivo
que te incita a comprar algo que no necesitas.
Disculpas por atreverme pedir que te concentres en tu entorno y, es especial de quienes te rodean; a que mires “tu casa,” no ese habitáculo que tanto te ha costado construir, no lo suntuario que la hace “linda” por dentro. Estoy hablando de la “gran casa,” donde habitamos millones de especies y que se encuentra inserta en un universo inconmensurable por la mente humana; pero que la especie humana, consciente o inconscientemente, se ha ocupado de destruir cada día, hoy más que nunca, haciendo que muchas especies hayan desaparecidos o estén en vías de extinción… ¿destruirías tu propia casa? Mira hacia los cerros de Penco y piensa que falta poco para que desaparezcan por intereses económicos y falsa preocupación por la naturaleza terrestre. Mira a tu alrededor y observa cómo se encuentra nuestra casa, esa “pelusita” que se encuentra flotando en el universo. La tragedia griega lo reflejaría con la expresión: “¡Oh Dios ! Que nos estás haciendo, por qué nos castigas así…” Pero, no hay dioses que atenten contra los seres humanos, sólo hay humanos que se autodestruyen; somos nosotros quienes atentamos contra nuestra gran casa; pronto el plástico en los océanos será superior a la cantidad de especie marinas, habrá que mirar los coigues, los avellanos, los robles pencones y sus riachuelos sólo en documentales o exposiciones de ppt en disertaciones de los niños en las escuelas.
Desde hace más de 2.500 años que se nos viene advirtiendo que nuestro planeta hay que cuidarlo para no desaparecer, pero nada se ha aprendido, el actual egoísmo y el querer tener más sobrepasa cualquier intento de proteger a la madre tierra, nuestra casa; algunos intentan salir de esta esfera azul para irse a colonizar “otras casas” para nuevamente destruirlas.
Te invito a revisar ese hermoso discurso de desesperación del astrofísico Carl Sagan y concéntrate en esa pelusa que aparece en la imagen (arriba)… tal vez te encuentres ahí leyendo.
“Mira de nuevo ese punto. Eso es aquí. Ese es el hogar. Esos somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos los que has oído hablar, todos los seres humanos que alguna vez fueron, vivieron sus vidas. El conjunto de nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones, ideologías y doctrinas económicas confiadas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, todos los maestros de moral, todos los políticos corruptos, todas las “superestrellas”, todos los “líderes supremos”, todos los santos y pecadores en la historia de nuestra especie vivieron allí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.
La Tierra es un escenario muy pequeño en un vasto escenario cósmico. Piensa en los ríos de sangre derramados por todos aquellos generales y emperadores para que, en la gloria y el triunfo, se convirtieran en los dueños momentáneos de una fracción de punto. Piensa en las infinitas crueldades que los habitantes de un rincón de este píxel cometen con los apenas distinguibles habitantes de algún otro rincón, cuán frecuentes son sus malentendidos, cuán ansiosos están de matarse unos a otros, cuán fervientes sus odios.
Nuestras posturas, nuestra supuesta importancia personal, la ilusión de que tenemos una posición privilegiada en el Universo, son desafiadas por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es una mota solitaria en la gran oscuridad cósmica envolvente. En nuestra oscuridad, en toda esta inmensidad, no hay ningún indicio de que vendrá ayuda de otra parte para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay otro lugar, al menos en un futuro cercano, al que nuestra especie pueda migrar. Visita, sí.
Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde hacemos nuestra posición. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y formación de carácter. Quizás no haya mejor demostración de la locura de los conceptos humanos que esta imagen lejana de nuestro diminuto mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos con más amabilidad y de preservar y cuidar el punto azul pálido, el único hogar que hemos conocido”.
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