Un tiesto de enlozado con saltaduras. |
Entonces más que hoy se empleaban tiestos para usar el agua:
lavatorios, jarros, ollas, cacerolas, sartenes, bacinicas (o cantoras) y también escupideras. Estos
recipientes eran mayormente de enlozados. Los baldes, utensilios claves en estos
menesteres, estaban hechos de lata galvanizada. Sin embargo, los productos
enlozados gozaban de gran aceptación por su higiene. Se lavaban con agua
caliente y quedaban absolutamente limpios. Pero, tenían un inconveniente: se
saltaban o se picaban. El golpe por descuido generaba en el tiesto una fea
salpicadura que dejaba al descubierto la estructura de hierro, que se veía
color gris brillante al comienzo pero muy pronto se oxidaba y el paso siguiente
era su perforación total. Así el recipiente quedaba inservible. En consecuencia
el problema con los enlozados era el extremo cuidado que había que tener con
ellos.
Un cautín clásico (foto Internet). |
Recuerdo que una mujer le pidió a un soldador que le reparara un lavatorio el que presentaba un par de pequeños agujeros en el fondo. Pero, el
maestro le aconsejó no tapar los hoyos, sino retirar todo el fondo y
reemplazarlo por un pedazo de lata. Al final del trabajo, la dueña de casa
recibió un lavatorio nuevo en que sólo los bordes correspondían al original, la
base era completamente de otro material.
Terminado un trabajo por poco dinero, los soldadores seguían
camino calle abajo, tratando de obtener otro “pololito”. Algunos gritaban algo
así como “Algo para para soldarle, algo para soldarle”, y otros le agregaban un canto.
Era un trabajo sucio porque tenían que raspar, lijar y soldar. Para calentar el
cautín a la temperatura de fundir la soldadura requerían de un combustible más
potente que la simple leña. Llevaban también algunas piedras de carbón mineral.
Así, la punta del cautín alcanzaba la temperatura para fundir la soldadura
con la que taponaban los piquetes de los tiestos en cuestión.
Un amigo me añade el dato que el ácido muriático lo usaban para retirar el óxido porque de lo contrario la soldadura no adhería en la zona donde había que tapar. Lo curioso era que para aplicar este químico, los soldadores se valían o de una pluma de ave de corral. El uso de la pluma permitía esparcir mejor el líquido. Mi amigo me dice también que no utilizaban un pincel, porque el ácido corroía la base de metal y esto no ocurría con las plumas. La soldadura que empleaban era una aleación de estaño. Entre sus implementos se incluía además un trozo de sal de amonio, bloque sobre el cual refregaban el filo del cautín para limpiarlo.
Un amigo me añade el dato que el ácido muriático lo usaban para retirar el óxido porque de lo contrario la soldadura no adhería en la zona donde había que tapar. Lo curioso era que para aplicar este químico, los soldadores se valían o de una pluma de ave de corral. El uso de la pluma permitía esparcir mejor el líquido. Mi amigo me dice también que no utilizaban un pincel, porque el ácido corroía la base de metal y esto no ocurría con las plumas. La soldadura que empleaban era una aleación de estaño. Entre sus implementos se incluía además un trozo de sal de amonio, bloque sobre el cual refregaban el filo del cautín para limpiarlo.
El oficio de soldador callejero fue excluido por la
modernidad. Hoy los antiguos tiestos para acopiar o darle uso el agua ya no existen y, en
consecuencia, tampoco se necesitan los maestros soldadores que caminaban
acompañados con sus calderos encendidos ofreciendo sus servicios, personajes tan
familiares en las calles de Penco de entonces.
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