Los primeros blue jeans llegaron a Penco en 1950, justo
cuando este clásico pantalón de trabajo desarrollado en Estados Unidos comenzó
a extenderse por todo el mundo. Y aquí no se los vio de pura casualidad. Hubo
dos canales de entrada de esta prenda a la moda pencona y ellos fueron
Huachipato y el puerto de Lirquén. Cuando la planta de acero CAP de San Vicente
se instalaba hubo ingenieros norteamericanos que participaron en las obras y
ellos usaban blue jeans y en Lirquén algunos estibadores avispados compraban
estos pantalones a marineros estadounidenses, quienes los ofrecían como
contrabando. Y los chilenos a su vez los revendían en Penco, Lirquén y Cerro
Verde. Mi primer “Wrangler” cayó en mis manos en una bolsa de nylon sellada que
compré a un amigo "medio pollo" que vivía en Villarrica y trabajaba en el puerto.
En el medio popular pencón a esos pantalones se los llamaba
“huachipatos”, en otros círculos los identificaban como “pecos-bill”, los menos
les decían “cowboys” y en medios más refinados de la sociedad local los
denominaban simplemente “vaqueros”. Los pantalones tenían estilo. Pero, sólo
los más exigente notaban la diferencia de las imitaciones en las que se
embarcaban algunas costureras de Penco usando sólo mezclilla ordinaria y harta
imaginación (admirable). Ellas cortaban las piezas de esa tela (muy mirada a
menos entonces) siguiendo la línea “Wrangler” o “Lee”. Y junto con usar hilo
rojo que contrastara con el azul de la mezclilla, pegaban los bolsillos de
parche con el género al revés, cuyo tono era grisáceo por el otro lado. La
misma técnica aplicaban en las bastillas. Éstas iban cosidas y dobladas hacia
afuera con el color gris del revés de la tela. Junto con esta creatividad ellas
agregaban algunos puntos a máquina hecho que le daba un toque personalizado. Y
ahí estaba un blujean hecho en Penco.
Desafortunadamente nadie siguió esa línea de producción, a
diferencia de lo que hizo Levi Strauss en San Francisco, Estados Unidos, en
1873, cuando creó el blu jeans que hoy conocemos. En los años 50 la prenda
comenzó a masificarse y hoy debe ser el pantalón más usado en el mundo. Ya no
sólo sirve para trabajar, sino para ir a la oficina, para viajar, para pasar un
día al aire libre o para asistir --los más fachosos--, incluso, a una gala con
carpeta roja incluida.
Los niños y jóvenes de Penco y Lirquén lucían pomposos y
orondos los jeans locales, con harto valor agregado por lo demás, inspirados en
la prenda fabricada entonces en Estados Unidos. Eran tan geniales, por el
añadido de la creatividad pencona, que no deberíamos hablar de imitaciones,
sino de un producto con carácter propio. Cuando hoy algunos muchachos o
muchachas me escuchan estas historias, me dicen que ellos harían lo imposible
por tener uno de esos jeans fabricados en Penco.
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