Tal vez la única industria que contrató artistas del pincel
y del diseño para que ejercieran en lo que más les gustaba: diseñar a sus anchas y
pintar sobre cerámica, ésa fue Fanaloza de Penco. Entre sus distintos
departamentos, Fanaloza tenía una sección de decorados. Allí se congregaban los
artistas (Pereira entre ellos) a pintar loza y porcelanas o a fijar prolijamente transparencias sobre
la fina vajilla. Empleaban pinturas delicadas que incluían dorados con oro
auténtico. En la sección decorados imperaba el silencio y la concentración. Los
artistas se empeñaban para que la mejor loza del mundo
fuera el centro de la admiración en las mesas chilenas. Estos especialistas
utilizaban agudos pinceles de pelo de camello cortado en hacha para crear las guardas y los filetes que adornaban las tazas
y los platos. Para lograr la mayor eficiencia posible empleaban tornetas, donde
las piezas de lozas giraban a la espera de recibir su cosmética. Manos seguras,
especializadas y expertas aplicaban los vivos dorados sobre el
blanco inmaculado de la pasta moldeada y recién salida de los hornos. Estas piezas
exclusivas con su maquillaje terminado hacían turno para recibir el baño de
barniz y someterse a una segunda pasada por los hornos. Después, terminadas y
clasificadas, eran conducidas en forma ordenada a la sección empaque
donde se las embalaba en jabas llenas de paja amortiguadora para luego salir a
sus destinos.
Hace apenas cuatro días me topé con una fotografía (la que está al inicio de este post) de una de esas
bellas tazas de entonces, que se fabricaban en Fanaloza de Penco. Si no de la
línea súper elegante, esta taza ─cuyo nombre de clasificación desconozco─ apuntaba
al estrato medio alto para el uso diario. En centenares de casas de Penco, sin embargo, lejos de
pertenecer a ese estrato, había de estas tazas. Llegaban allí porque formaban
parte de los juegos de vajilla que recibían obreros y empleados de la
industria una vez al año. Eran usadas para el té y el café indistintamente.
Cuando me mostraron esta foto (gracias Cynthia Aguilera) de este modelo de
taza, tal vez el más típico de la producción pencona, se desataron mis
recuerdos y mi mente se inundó de imágenes. Eran las tazas de los cumpleaños,
de las ocasiones especiales. Onces maravillosas con té con leche (otra
especialidad de Penco) se servían en ellas. Acompañaban el pan de chocoso tostado untado con mantequilla y la
conversación entretenida con los niños. Al final de una mesa grande uno podía descubrir la mirada
dulce y la sonrisa indulgente de los mayores. Esos recuerdos están en esa taza
y en ese platillo.
4 comentarios:
QUE NOSTALGIA VER ESTAS TAZAS, AUN EN MI CASA QUEDAN ALGUNAS TAZAS DE TE Y DE SOPA CON SU PLATILLO Y LA CUCHARA DE PLAQUE, ME GUSTARÍA SABER DONDE COMPRAR LAS QUE ME FALTAN PARA PODER COMPLETAR EL JUEGO.
Tengo se de 6 piezas tazas y platos
±56954283446 ignacio
Que año son app
Los años 50.
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